El «CSI» de las playas: Así controla Benidorm su bien más preciado

La ciudad dispone de un laboratorio municipal que realiza todas las semanas estrictos controles en el agua, la arena y los lavapiés para garantizar su calidad y poder detectar de forma prematura la presencia de patógenos

R. Pagés

R. Pagés

Manolo Martínez llega al puerto de Benidorm arrastrando un carrito y una mochila en las que transporta botellas, botes estériles, una nevera y otros utensilios necesarios para realizar su labor. El funcionario se sube a una zodiac de la Policía Local y ponen rumbo a la Serra Gelada. Y, desde ahí, a Levante, Mal Pas y Poniente, en una ruta que, lejos de ser un plácido paseo por la bahía, incluye paradas, tomas de muestras y preparación de equipos dentro de un protocolo que no permite saltarse ni un mínimo paso.

El viaje lo repiten cada quince días en temporada baja; semana a semana en temporada alta, aunque en momentos de elevada ocupación se incrementa la frecuencia, llegando incluso a hacer tests diarios. Así es como funciona el «CSI» que controla la calidad y la seguridad sanitaria de las playas de Benidorm

El Ayuntamiento de la ciudad turística puso en marcha hace cerca de cuatro décadas, en 1985, un laboratorio municipal que, entre otros encargos, se ocupa de realizar estrictos controles microbiológicos en el agua del mar pero también—y de manera pionera— en la arena y los lavapiés de las playas para garantizar la calidad y poder detectar de forma prematura la presencia de posibles patógenos. El motivo es más que evidente.

Las playas de esta ciudad funcionan prácticamente los 365 días del año, llegando a recibir más de 50.000 personas diarias en termporada alta, y a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de localidades costeras durante el invierno, los servicios que se ofrecen en los arenales —limpieza, socorrismo, alquiler de hamacas y sombrillas, playas accesibles o biblioplayas— nunca bajan la persiana. De ahí la necesidad de controlar permanentemente su estado, como explica la concejal responsable de Sanidad y Playas, Mónica Gómez. 

Una imagen del laboratorio municipal de Benidorm, donde se analizan todas las muestras recogidas en las playas.

Una imagen del laboratorio municipal de Benidorm, donde se analizan todas las muestras recogidas en las playas. / David Revenga

Para realizar estos controles, funcionarios del laboratorio municipal toman muestras del agua del mar en nueve puntos distintos de la bahía: dos en las calas del Tí Ximo y l’Almadraba, tres en Levante, uno en Mal Pas y otros tres en Poniente, además de sendas muestras de arena y de las superficies para el lavado de pies, en busca de hongos, coliformes y bacterias como los enterococos intestinales o el e-coli, y también para llevar un control del ph y la temperatura del agua.

Todas las muestras se recogen siempre en los mismos puntos, «puntos estratégicos», como les llama el técnico, aunque también podrían denominarse «puntos críticos»: «Tomamos la muestra en el punto más desfavorable, por ejemplo donde desemboca un barranco, porque son los sitios más vulnerables. Si tiene que salir algo, va a salir ahí», explica Manolo Martínez, el trabajador encargado de los análisis, que añade que, a pesar del elevadísimo trasiego que registran a diario las playas de Benidorm, tanto en verano como en invierno, los análisis les permiten tener la costa a raya: «En temporada baja, rara es la semana en que los niveles no salen a cero. Pero incluso en verano, con la cantidad de gente que se concentra, es s muy, muy difícil que se rebasen los valores», asegura el técnico, que hace memoria para afirmar que «de casi veinte años que llevo analizando las playas, solo habrá habido cuatro o cinco casos donde se sobrepasaron los límites». 

Un trabajador del laboratorio analiza la base de uno de los lavapiés para descartar la presencia de hongos.

Un trabajador del laboratorio analiza la base de uno de los lavapiés para descartar la presencia de hongos. / David Revenga

¿Qué pasaría si eso ocurriese? El funcionario explica que el laboratorio municipal trabaja en contacto directo con el departamento municipal de Sanidad, a quien se le comunican todos los datos, así como con la empresa encargada de la gestión de playas, a la que se le comunicaría también la incidencia para actuar. 

Analíticas de Conselleria

Además de ser el único laboratorio municipal que funciona en la provincia, el de Benidorm también es pionero en analizar la arena y los lavapiés, para los que no hay una normativa como sí ocurre, por ejemplo, con el agua del mar.

De hecho, en el medio marino, durante los meses del verano, la Conselleria también realiza controles de calidad en todos los municipios de la costa, cuando Benidorm, además, intensifica los suyos y dispone de análisis por partida doble: municipales y autonómicos. 

Otra imagen del trabajo que se realiza en el laboratorio para controlar la calidad del agua y la arena de las playas.

Otra imagen del trabajo que se realiza en el laboratorio para controlar la calidad del agua y la arena de las playas. / David Revenga

Hace varias semanas, el Ayuntamiento anunció que este año no optaría a las banderas azules debido a distintas obras de mejora que se están realizando tanto en Levante como en Poniente y que son incompatibles con esta distinción. La concejal explica que, a pesar de ello, «las playas siguen teniendo otras distinciones, como la Q o las ISO, pero además tenemos la garantía de que cumplen con todos los parámetros y controles como ninguna otra».  

Controles en fuentes públicas, piscinas o comedores escolares

Además de tener las playas bajo control, el laboratorio municipal del Ayuntamiento de Benidorm también realiza otro tipo de análisis y controles en lugares estratégicos para la ciudad. Por ejemplo, en todas las fuentes públicas, así como en las piscinas municipales, donde se controla de manera permanente que cumplan con los parámetros que marca la normativa.

También se analizan las aguas de consumo humano en un número fijo de puntos de la red.

Entre sus labores, igualmente, se llevan a cabo controles semanales de los alimentos de los comedores escolares de los trece colegios y cinco institutos públicos, así como de las zonas de trabajo y de preparación de los alimentos, con el fin de poder detectar cualquier tipo de patógeno que pudiera acabar desembocando en una intoxicación alimentaria.

Tanto la concejal Mónica Gómez como el funcionario Manolo Martínez explican que el laboratorio abarca "muchísimas funciones y controles" y también está al servicio de particulares o de otros municipios que pidan su colaboración.