Muchas veces lo hacemos sinónimo a vivir. Si dejamos de respirar morimos. Recientemente hemos vivido la historia de George Floyd, un ejemplo de violencia racista contra los afroamericanos, pues fue detenido por un policía norteamericano, y una vez en el suelo, durante más de nueve minutos, el policía le puso su rodilla sobre el cuello. El repetía: no puedo respirar, y acabó muriendo.

     Respiramos desde el momento en que nos engendran. Los expertos son capaces de valorar, mediante una ecografía, como el feto, ubicado en el útero de la madre realiza los movimientos respiratorios.

     En el pasado hubo muchas personas que murieron por no poder respirar. Padecían una enfermedad llamada poliomielitis, estaba causada por un virus que dañaba las células del sistema nervioso, las neuronas. Si una de esas células estaba sana y se encargaba de inervar un músculo, permitía que éste se contrajera y se relajará. Al hacerlo, al cambiar de tamaño se consigue que podamos caminar. Si la neurona se dañaba por el virus de la poliomielitis, el músculo ya no se contrae, no se podía caminar, y además se atrofiaba el músculo; pero lo peor sucedía si el músculo dañado era alguno situado en la caja torácica, en el tórax. Allí al contraerse hacía que la caja torácica disminuyera de volumen, con lo que podía salir el aire del interior de los pulmones, aire que entraba cuando el músculo se relajaba y la caja torácica aumentaba su volumen.

      En esa situación, si la polio afectaba a esos músculos uno podía morir, a no ser que le colocarán en lo que llamaban el pulmón de acero. Era una especie de tubo metálico que se balanceaba, y al hacerlo permitía que la caja torácica aumentara y disminuyera de volumen, y a la vez que en su interior en el pulmón hubiera más o menos aire.

     Hay algunos que mueren porque se ahogan. Caen al agua y entonces todas sus vías aéreas se llenan de ella. Y no es posible para la sangre que llega a los pulmones extraer el oxígeno del agua, lo hace del aire que entra en él.

   Como sucede con muchos órganos nuestro aparato respiratorio no sólo nos sirve para respirar; sabe que, en la nariz, que es su comienzo, tenemos receptores capaces de captar los olores. Y finaliza en la boca, donde podemos captar los sabores.

     Cuando respiramos y sobre todo cuando hablamos por la boca y la nariz salen pequeñas gotas de agua. Y en ellas puede haber virus. Por ej. el coronavirus. Y esa es una magnifica vía de trasmisión de esta enfermedad. Ha sido clave en la pandemia. Y en la actualidad colocarse una mascarilla, y permanecer alejados una distancia de los otros son medidas elementales para evitar que siga habiendo contagios.

    En el pasado se asumía que la muerte podía ser de origen cardiaco. Si el corazón no latía no podía a llevar sangre al pulmón a oxigenarse, ni distribuirla por todo el cuerpo para que las células del mismo tuvieran oxígeno. Hoy se asume que la muerte es neural, del sistema nervioso. Si el corazón falla, y no iniciamos rápidamente las maniobras de resucitación, haciendo como movimientos de contracción y relajación en el pecho a la altura del corazón, e introduciendo aire por la boca del afecto, la muerte es segura, pues el sistema nervioso queda sin oxígeno y sus células mueren, y con ellas todas las del cuerpo.

     De hecho, estamos hartos de ver películas en las que la muerte se expresa cuando no se palpa el pulso de las arterias del cuello, las carótidas, o la caja torácica no se insufla, se llena y se vacía.

    Hay muchísimos animales que respiran. Pero su aparato respiratorio es distinto del nuestro. Por ej. los peces tienen branquias.

    Cuando estamos nerviosos respiramos muy deprisa, tenemos lo que se llama taquipnea. Por eso nuestro mensaje en esa situación es: ¡relájate!, respira despacio. Sabe que algunos utilizan la respiración para relajarse, en este caso del cuerpo, de la mente, del espíritu. Insisten en hacerlo despacio, pero sobre todo apreciar que el aire está entrando y saliendo del cuerpo.

    Hay algunos que con la respiración son capaces de producir hermosos sonidos. Lo hacen utilizando lo que llamamos instrumentos de viento, como puede ser el clarinete, la flauta o el trombón o de forma más popular la armónica.

    Cuando nos toca vivir situaciones difíciles, los pensamos diciendo: me estoy ahogando. También es real que algunos asesinos logrado su propósito dificultando la entrada del aire en los pulmones a través de la tráquea, en el cuello. Con sus manos y de forma intensa comprimen el cuello del que quieren asesinar.

    Cuando estamos en contacto con la naturaleza casi siempre pensamos o incluso decimos: ¡qué bien se respira aquí!, Y es que, en muchas ciudades, sobrecargadas de vehículos que contaminan, viven respirando aire de mala calidad.

    Otras veces hay lesión en el propio pulmón que dificulta que haga bien su papel de oxigenado de la sangre. Normalmente el aire entra desde la nariz por la tráquea, luego los bronquios, más tarde los bronquios los que son más finos, y finalmente los alvéolos, donde se realiza el intercambio con la sangre. Pero hay personas que esos están dañados, padecen lo que se llama enfisema pulmonar. Sus pulmones están sobre cargadísimos de aire, pero que no pueden utilizar bien. También tiene problema aquellos que por una u otra causa su pleura, es decir una especie de tejido que rodea al pulmón, se les rompe y entra el aire en ella. La situación se llama neumotórax. Entonces puede que ese aire comprima el pulmón y le dificulte movilizarse.

       También notan dificultades en la respiración personas que no están acostumbrados y que van a realizar alguna actividad física en picos de montaña muy altos, por ej. el Everest. Entonces la presión del aire sobre ellos es menor pues están muy altos, a veces más de cuatro mil metros que los que vivimos en Alicante, y eso hace que la oxigenación de su sangre sea más difícil.