Es muy real que, a veces, ante una pérdida o una situación difícil decimos: ¡lo he sentido mucho!. Y es que los sentidos nos conectan con la vida. Los repasamos. Hoy va de oler, ver, oír, gustar y tocar.

Oler, se inicia estimulando unos receptores que todos tenemos en el interior de las fosas nasales, y que son sensibles a los olores. Su estímulo es transmitido por células nerviosas que juntas constituyen el primer par craneal, que nos permite captar esa sensación. Y no solo olemos lo desagradable, por ej. las heces, sino también todo lo agradable, llámense esencias o colonias. Podemos apreciarlas, a veces sin distinguirlas. ¿quién no ha disfrutado acariciando una mata de tomillo, de romero, de lavanda o espliego.

La vista. Las ondas luminosas atraviesan el globo ocular y van a impresionar a unas células nerviosas de la capa interna del ojo, la retina. Luego su estímulo base es trasmitido por esas neuronas a través del segundo par craneal, el nervio óptico. De esa forma trasmitirán la sensación de luz o de obscuridad. Pero en la retina también hay otras células, los conos y bastones que captan la onda luminosa de un determinado color, así podemos apreciar los tonos, sean rojos, amarillos, verdes o azules. Como sucedía con el olfato no sólo hay esos colores, sino que cada uno de ellos tiene infinitos tonos, y es que la paleta de los colores de la vida es muy bella.

   Hay quien sufre un daño del nervio, o de la retina; a veces porque los pequeños vasos que la nutren se han lesionado, por ej. sí el sujeto es hipertenso o tiene colesterol alto. Hay quien de forma genética tiene daño en los conos y bastones, y entonces confunde los colores, padece lo que llamamos daltonismo.

  Pero es más frecuente que haya algún problema que dificulta la llegada de la luz o la imagen al interior del globo ocular. Y es que tanto una como la otra deben atravesar la córnea, capa trasparente que tenemos en el borde anterior de los ojos, y que podemos tener dañada. La luz y las imágenes entran al interior del globo ocular, y también se encontrarán con el cristalino que es una lente bicóncava que se encarga de que la imagen llegué y se concentre en la zona de la retina con mayor capacidad para ver, lo que llamamos la macula. Pero hay veces que el cristalino se altera, se daña, tenemos unas cataratas, y eso dificulta la nitidez de la visión.

    También hay un dicho popular que señala que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y es que además hay que interpretar lo que vemos. De igual manera se dice: Ojos que no ven, corazón que no siente, aunque alguien dijo, batacazo que te pegas.

En el oído sucede algo parecido. Tenemos unos receptores en el interior de los oídos. Las ondas sonoras penetran por los pabellones auditivos, las orejas, caminan por un conducto hasta alcanzar una especie de tambor que tenemos en su interior y le hacen vibrar. Sobre él se apoya una serie de huesecillos, que la onda sonora moviliza y ese estímulo es captado por otro nervio craneal, el octavo par o esteato-acústico que por un lado nos permite oír y por otro nos ayuda a mantener el equilibrio. Si tenemos lesión en alguna de esas estructuras perdemos capacidad de audición, nos quedamos sordos. Algo frecuente es acumular una especie de cerumen en el conducto, entonces la onda sonora no puede llegar al interior. Muchas veces intentamos limpiarlos con palillos.

     De igual manera no hay peor sordo que el que no quiere oír, y es que no basta con percibir las ondas sonoras, si no es imprescindible apreciar lo que se nos está diciendo. Los sonidos tienen una determinada intensidad, un tono, y un timbre. Pero fíjese la cantidad de letras que tiene el alfabeto, y la cantidad de palabras que podemos elaborar con ellas. Cuando oímos las apreciamos todas. Además de apreciarlas podemos disfrutarlas. Puede que le guste oír cantar a un bajo, a un contratenor, o a un tenor.

El gusto eso otro sentido que tenemos y que podemos disfrutar. Sus receptores están en lo que llamamos papilas gustativas situadas en la lengua. Cuando perciben un sabor recoge la información y la trasmiten por otro par craneal el nervio gustativo. Eso permite apreciar los sabores. Tradicionalmente son salado, ácido, amargo. Pero la realidad es que las posibilidades son infinitas, como sucedía con los olores o los sonidos. Fíjese cómo podemos disfrutar con nuestra gastronomía, que incluye combinación infinita de productos, o de aliños, unos cocidos, otros fritos, otros asados.

      Finalmente nos queda el tacto. Gracias a él podemos sentir si tocamos a otro u otro nos toca nosotros. Eso es así porque tenemos receptores específicos repartidos por todo el cuerpo. Aquí no hay un único nervio que recoja la señal, pues como comento este sentido está distribuido en todo el organismo.

      En conexión con ellos hay otros receptores que captan el dolor. De esa manera un contacto puede ser muy agradable o placentero, por ej. un beso, o una caricia, o muy desagradable, por ej. si nos dan un golpe en el mismo sitio por ej. un puñetazo en el labio. Como con el resto de los sentidos las sensibilidades son muchas a lo largo de nuestro cuerpo.

   Existen otras alteraciones de los sentidos, además de las comentadas. Puede que le extrañe saber que hay personas a las que les gustan los malos olores, a esa situación se llama cacosmia. También hay algunos que disfrutan sí en el sexo les dañan, les causan dolor, son los llamamos masoquistas, y seguro que ha oído hablar de los que disfrutan haciendo daño a la vez que practican el sexo. Son los sádicos.

   El resumen es que en relación con los sentidos la diversidad, nuestra diversidad es muy grande. Debemos aprender a valorarla y disfrutar con ella.