Sin tanta fanfarria, ni tanto bombo como otros títulos de la plataforma, los hermanos Joel y Ethan Cohen estrenaron en Netflix la semana pasada su última película. Así, a palo seco y sin pasar por pantalla de cine alguna. La balada de Buster Scruggs se anunció en su día como una miniserie de antología con seis historias independendientes ambientada en el salvaje oeste americano. En algún momento del proceso de producción, dejó de ser una serie y se convirtió directamente en un largometraje de más de dos horas de duración.

El estreno ha vuelto a reavivar el debate sobre si las películas estrenadas en Netflix son cine o no. Una controversia que también se a mantener viva por el próximo estreno de la última película de Alfonso Cuarón, Roma, y que se podrá ver por los abonados de la plataforma simultáneamente en todo el mundo el próximo 14 de diciembre, así como en unas cuantas salas de cine escogidas. El paso por el cine es un requisito que se debe de cumplir si quieren aspirar a competir por el Oscar, ya que en las quinielas el filme de Cuarón parte como una de las favoritas del año que viene. De aquí a unos meses más, en algún momento de 2019, volveremos a esta controversia cuando Martin Scorsese también estrene directamente en Netflix su última película, The Irishman, en un reparto encabezado por Robert de Niro, Al Pacino y Joe Pesci. Se trata de uno de los filmes de mayor presupuesto de la plataforma. No hay nada como disfrutar de una buena película en una sala de cine, pero el formato en el que se ha estrenado la última película de los Coen no la hace ni mejor ni peor. Los problemas que tiene la película son ajenos al modo en que sus directores han elegido estrenarla. Al fin y al cabo, hay que reconocer que el medio masivo para consumir cine en el mundo hoy en día es en casa a través de la pequeña pantalla. Los estrenos apenas duran una semana en la pantalla y, agotada su carrera comercial, es muy raro volver a verlas en cine de nuevo. Lo importante es que siempre haya capacidad de elección entre el espectador.

El hecho de cómo gana la narración audiovisual en la gran pantalla se ve constatado porque hay series que de vez en cuando pueden verse en este formato. Seguro que en abril algunos cines proyecten en pantalla grande el estreno de la nueva y última temporada de Juego de Tronos. Y no dejo de pensar lo bien que quedarían en la gran pantalla la recreación que del universo de los hermanos Coen hizo para la televisión Noah Hawley en Fargo.

Con La balada de Buster Scruggs los cineastas regresan al western, género en el que ya brillaron con la nueva versión que hicieron de Valor de ley. El trabajo de los Coen me recuerda a otro clásico del género que eligió un nuevo formato para su estreno en cines, La conquista del Oeste. El filme, con un reparto plagado de estrellas, apostaba por la filmación con tres cámaras sincronizadas y que eran proyectadas en una pantalla gigante. Una técnica que se dio en llamar Cinerama. El mismo que usó Quentin Tarantino para otro western, Los odiosos ocho, director que por cierto no habla muy bien de Netflix. En La balada de Buster Scruggs, no tiene un formato tan espectacular, pero también cuenta con un reparto plagado de estrellas en un puñado de pequeñas historias ambientadas en el oeste. Nada tienen en común entre ellas más que mostrar a gente que lucha contra una tierra salvaje e inhóspita, donde la supervivencia es un reto. Entre los actores tenemos a James Franco, Liam Neeson, Tom Waits, Tim Blake Nelson y Zoe Kazan, entre otros.

La película no está a la altura de otros trabajos anteriores de los Coen pero eso no la convierte en una mala película. Como en otros títulos similares compuesto por historias autoconclusivas el mayor problema reside en que unas son mejores y otras peores. La película empieza con muy buen ritmo y los tres primeros episodios se suceden a un ritmo trepidante. A los momentos de humor negro muy de los Coen les suceden otros giros más dramáticos. A partir de la cuarta historia, se va haciendo un poco cuesta arriba, para luego remontar en su tramo final. A lo largo de las historias vamos viendo todos los tópicos del género revisitados por los cineastas. Los duelos entre pistoleros, los atracos al banco, la fiebre del oro, los ataques de indios, la diligencia... Se supone que el todo tiene que ser mejor que las partes, pero el conjunto no termina de sumar del todo. De momento, no me rindo a que al final pueda disfrutar de una buena película en Netflix, pero todo apunta a que vamos mejorando. Con que la oferta cinematográfica de la plataforma no se limite a las comedias más infames de Adam Sandler, algo saldremos ganando. Pero ya digo, que todo apunta a que los planes de Netflix son más ambiciosos y todos ganaremos con ello.