Aunque nunca ha tenido nada que ver con el llamado Rey Midas de Hollywood, la primera temporada de Stranger Things nació como una declaración de amor y un homenaje al cine con el que Steven Spielberg abarrotó las salas de cine durante los años ochenta. Sin embargo, a medida que se han estrenado las siguientes entregas, la sombra de Spielberg ha seguido siendo alargada, pero la serie ha empezado a explorar nuevos caminos y beber de otras fuentes. En la tercera temporada, disponible en Netflix desde la semana pasada, los niños del reparto ya se han hecho mayores y entran en la adolescencia. Quizá por eso nos encontramos con un poco más de gore, situaciones más propias del cine de terror y hasta personajes que salen del armario. Entre los directores homenajeados por los hermanos Duffer durante esta última temporada, nos encontramos a George A. Romero, Sam Raimi y James Cameron, que se unen a John Carpenter y Spielberg que también han estado ahí desde el principio. Las referencias tampoco se ciñen ya a la década de los ochenta, sino que ya empiezan a verse alusiones a taquillazos noventeros. Todos ellos dirigidos a ganarse el corazoncito de los espectadores cuarentones y treintañeros. Un público que seguramente recordará esos años a los que se aluden como algunos de los más felices de sus vidas. Los años de su infancia, cuando las preocupaciones por temas laborales y familiares estaban muy atrás. (Nostalgia que por cierto en España no ha estado exenta de polémico por el uso de la canción de La Bola de Cristal para las promos de Netflix sin la autorización de la familia de Lolo Rico, la creadora del programa).

La acción da un salto hasta al verano de 1985 (el principio de la serie era en 1983). La apertura de macrocentros comerciales en las afueras estaba dejando desiertos los comercios de los pueblos, mientras que los Estados Unidos de Ronald Reagan vivían instalados en plena paranoia hacia la URSS, donde se veían a espías infiltrados por todos lados. Un año después ocurriría el desastre de Chernobyl y la guerrra fría entre las dos grandes superpotencias daría un vuelco. Si juntamos a los rusos y a los centros comerciales en la trama, nada bueno para los protagonistas puede salir de ahí.

El gigantesco centro comercial Starcourt en el ficticio pueblo de Hawkins (Indiana) es uno de los escenarios principales de esta última temporada de Stranger Things. En su sótano se esconde el secreto de una nueva conspiración. Este lugar en sí es un homenaje a la película El Amanecer de los Muertos (1978) de George A. Romero y de la que Zack Snyder hiciera un remake en 2004, donde los protagonistas de un apocalpsis zombi se esconden en un centro comercial. El ejército que va reuniendo el Demogorgon, ahora rebautizado/metarmofeseado como el Azotamentes, podría ser una mezcla entre dos películas de John Carpenter, La Cosa (1982) y El Pueblo de los Malditos (1995), con el permiso de La invasión de los ultracuerpos (1978) de Philip Kaufman. De estas palabras, se puede deducir que sí, efectivamente, el monstruo ha vuelto.

No sé si es un spoiler, pero era algo bastante fácil de prever. Al parecer, seguramente esto sí que lo es, han sido los rusos los que le han traído de vuelta por accidente intentando crear su propia puerta al Mundo del Revés. Decíamos que en plena era Reagan, la paranoia anticomunista está instalada en los Estados Unidos, donde se veían espías rusos infiltrados por todos lados. Era la época que nos contaba The Americans. Un año antes, en los cines se estrenaba en los cines Amanecer Rojo una ficción dirigida por John Millius y protagonizada por Patrick Swayze en la que se contaba la invasión de los Estados Unidos por parte de la Unión Soviética. Por cierto, ¿no recuerda ese mercenario soviético que con su moto persigue a los protagonistas al Terminator de Arnold Schwarzenegger? Por si alguno se lo pregunta, sí, la película de James Cameron que cuenta la apolíptica guerra contra las máquinas es de 1985.

En cuanto a los protagonistas, los niños que conocimos en las primeras temporadas ya entran en la adolescencia y empiezan a descubrir el amor. La temporada arranca con los miembros del reparto separados y con cada grupo inmerso en su propia investigación de un extraño misterio. La desaparición de las ratas, el sangriento secuestro de una socorrista, las extrañas transmisiones por radio en ruso...A Mike y a Lucas les corresponde al principio de la temporada investigar el mayor de los misterios, ¿en qué piensan las mujeres? Cosas de la adolescencia. La mejor trama de todas es la de Steve, Dustin y Robin en la tienda de helados en el centro comercial. Robin ha sido la gran revelación de esta temporada, por lo que no me ha extrañado cuando luego me he enterado de que la actriz que la interpreta, Maya Hawke, es la hija de Uma Thurman y Ethan Hawke. ¿El trío con su traje de marineritos explorando la base secreta rusa es un homenaje a uno de los momentazos de la primera entrega de Star Wars cuando los protagonistas se quedan atrapados en la Estrella de la Muerte?

A medida que avanza la trama queda claro que todos están investigando lo mismo y poco a poco todo el equipo se vuelve a reunir para la gran confrontación final. La magia vuelve a brillar. La tercera temporada de Stranger Things viene a dar a los seguidores más de lo mismo, pero manteniéndose como un espectáculo palomitero de verano de primera fila. La evasión está garantizada.

Pero no todas la referencias ochenteras de Stranger Things están hechas desde la nostalgia. Porque si algo deja claro la serie de Netflix es que la de los ochenta también fue una década muy machista. No sólo era algo de los tiempos de Mad Men. Donde de manera más evidente se ve es en la trama de Nancy (Natalia Dyer), la hermana del protagonista, cuando empieza a trabajar en el periódico local y se encuentra con que las únicas dotes profesionales que quieren de ella sus compañeros es que les traiga los cafés. Cualquier idea o sugerencia por parte de Nancy es recibida a carcajadas y, despectivamente, la llaman Nancy Drew, personaje literario juvenil que se dedicaba a investigar misterios (por cierto, que de ella Warner estrena una serie la próxima temporada). Tiene menos peso en la trama, pero también habla del machismo de la época, el papel de Karen (Cara Buono), la madre de los protagonistas, que aparece como un ama de casa totalmente anulada como persona y que su vacío interior queda reflejado en el hecho de que se permita tener fantasías con el socorrista de la piscina, algo que dice mucho sobre cuál es su ideal masculino. Por no hablar de que el propio Hopper, el sheriff del pueblo interpretado por David Harbour, también demuestra comportamientos machistas a lo largo de la temporada. Desde celos y actitudes posesivas hacia el personaje de Winona Ryder, a la actitud controladora hacia su hija adoptiva Eleven (Millie Bobby Brown) debido a su relación con Mike (Finn Wolfhard).

Sigue siendo el personaje de Eleven quien sigue salvando la situación. Basta que aparezca ella agitando los brazos para dar una buenta tunda al Demogorgon y todos sabemos que el peligro ha acabado. Pero cuidado que así empezó Daennerys Targarien cuando llegó a Poniente con sus dragones. El final de la tercera temporada nos ha dejado con la pérdida de los poderes de Eleven (además de la desaparición de otro de los protagonistas), pero todos sabemos que esta situación sólo puede ser temporal y con el propósito de que esperemos la cuarta con mayor ansiedad.

La serie recupera a otros actores de las películas más recordadas de la época. El corrupto alcalde del pueblo que ha dejado instalarse allí a los rusos es Cary Elwes, el galán de La princesa prometida; mientras que Jake Busey, al que se ha reservado el papel de villano en numerosas películas de acción de los 90, repite aquí en su papel de secundario malvado. En cuanto a las referencias spielbergianas, no han quedado para nada olvidadas. Como el personaje de Bill (Noah Schnapp) que se resiste a crecer y querría seguir jugando a Dragones y Mazmorras con sus amigos para siempre. Esa antena que Dustin construye para hablar con su novia tiene un cierto parecido a la que improvisan E. T. y Elliot en el clásico de Spielberg para llamar a su planeta. Algunas de las escenas de persecución con el Azotamentes parecen sacadas directamente de las protagonizadas por el Tiranosaurius Rex en Parque Jurásico. Y los militares rusos en suelo norteamericano, ¿no recuerdan a los de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal? Por no hablar del homenaje al estreno de Regreso al futuro en los cines del centro comercial. Y por último, ¿no fue 1985 el año en que llegó a los cines Los Goonies, la referencia estrella de Stranger Things desde el principio?

En el climax de la temporada llega la canción con la que los hermanos Duffer golpean el corazón nostálgico de los fans. Si en la segunda temporada el tema fue el Every Breath you Take de The Police, para la tercera nos sorprenden nada más y nada menos que con The Never Ending Story con una escena que puso la piel de gallina hasta al propio Limahl. A pesar de que parece haber barrido en audiencias en su primer fin de semana de estreno, Strangers Things no aspira a ser una historia interminable. Parece que ya empieza a atisbar su final. Los hermanos Duffer ponen el horizonte en una cuarta o una quinta temporada. Yo apostaría por lo segundo. Veremos cuántas referencias tienen guardadas en la chistera.