Posiblemente Cóndor sea la mejor serie de espías que no estás viendo ahora mismo. Sin ningún bombo y casi de incógnito, como ya pasó con la primera entrega, los diez episodios de la segunda temporada han terminado de emitirse este mes en España en Calle 13. Con los parones generalizados en los rodajes a causa de la pandemia del coronavirus, todavía es muy pronto para saber si tendremos o no una tercera temporada. En el caso de que la serie tuviera continuidad podría aspirar a ser una de las sucesoras de Homeland o de 24. El argumento de la primera temporada, estrenada hace dos años, tenía algunos de esos detalles que harían las delicias de los conspiranoicos. El protagonista es un analista de datos de la CIA que se encuentra con un gran complot para difundir masivamente un virus de laboratorio por todo el mundo a través de La Meca, encubriéndolo como un atentado yihadista, y lograr que una farmacéutica se enriquezca comercializando una vacuna que se creó paralelamente a la enfermedad. Anda que si hubieran sabido antes lo del chip y lo del 5G. La intriga sirve para presentarnos una oscura visión de los servicios de inteligencia, donde la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha y dominados por personas sin ningún escrúpulo.

La serie de televisión creada por Todd Katzburg, Jason Smilovic y Ken Robinson es una adaptación de un clásico del cine de espionaje, Los tres días del cóndor (1975) dirigida por Sydney Pollack y protagonizada por Robert Redford. En las dos, el protagonista es Joe Turner, un analista de la CIA que realiza labores de despacho y en cuyo departamento se descubrirá el gran complot, que en el caso de la serie consiste en la propagación masiva de la enfermedad. La respuesta de los conspiradores es ordenar la eliminación de todo el personal de esa oficina para que sus planes sigan en el anonimato. Sólo Turner sobrevive a la matanza, de la que acaba siendo acusado, por lo que deberá no sólo limpiar su nombre sino también desenmascarar a los verdaderos asesinos y frenar sus pretensiones. Max Irons sigue los pasos de su padre Jeremy y encarna al personaje de Turner en la serie de televisión. Al más puro estilo del cine de Alfred Hitchock, su rol es el del falso culpable que se ve envuelto en una conspiración que le supera y ante la que sólo puede reaccionar para tratar de tomar las riendas.

La segunda temporada arranca con una historia totalmente nueva, en el que un Joe Turner que vive alejado de la CIA y sus conspiraciones viviendo una plácida vida escondido en Europa debe volver al servicio activo debido a que una nueva conspiración ha provocado la pérdida de la familia más directa que le quedaba. Los nuevos episodios se han centrado en la caza de un topo dentro de la agencia de espionaje que está trabajando para los rusos. La trama no arranca de la misma manera frenética de la primera temporada y se toma su tiempo para ir poniendo a los personajes en su sitio, pero a partir de su segunda mitad no deja de crecer en intensidad cuando se pone en marcha la cacería del traidor. No hay que extrañarse de ver a Turner en nuevas misiones, ya que el personaje nació en una saga literaria creada en los 70 por el escritor James Grady. Intrigas nacidas al amparo de una nación desencantada, que pareció haber perdido su inocencia en algún momento entre el asesinato de JFK y la dimisión de Richard Nixon por el Wartergate. Al inicio de la serie, Turner se ve como un servidor público que pretende desde su pequeña parcela hacer un mundo mejor. A medida que avanza la trama le vemos ir abandonando su ingenuidad y hasta tomar la decisión de matar a sus enemigos a sangre fría. No es de extrañar verle vestido de negro o con ropas oscuras. Ésta es una serie plagada de secundarios con los que más vale la pena no encariñarse mucho porque la muerte siempre rodea a Joe Turner. Casi diría que acercarse a él, da mala suerte.

Entre esos secundarios de lujo, en la primera temporada tuvimos a actores como William Hurt, Mira Sorvino o Brendan Fraser, a quien vemos en un papel muy similar al que tuvo en Trust y muy alejado de la imagen de galán y héroe de acción en el que le vimos a finales de los 90. Por seguir con ejemplos de la primera temporada, Leem Lubany encarna a la implacable asesina que persigue al protagonista. Su interpretación es tan buena que incluso se nos llega a olvidar que en la gran pantalla su papel fue interpretado por el mítico Max von Sydow. Casi nada. Es una pena que no se haya prodigado mucho desde entonces, aunque tiene un cameo sorpresa en la segunda temporada, del que mejor no hablar porque la escena en la que aparece es un gran spoiler. Para la segunda temporada se incorpora al reparto Constance Zimmer en el papel de un mando de los servicios de inteligencia y que recuerda mucho al que interpretara en Unreal, una parodia de los realities. Llama la atención que ambas series viva rodeada de pantallas de televisión donde se ven las grabaciones de las cámaras de los personajes a los que vigila. Por último cabe destacar el papel de Bob Balaban, ese actor al que hemos visto en decenas de películas y series, que se ha prodigado mucho por The Good Wife y sus derivadas y que siempre nos garantiza una gran interpretación. En esta serie encarna al inquietante mando de la CIA que está detrás de todas las conspiraciones.

Como en el final de Homeland, parece como si la acción hubiera pasado de centrarse en la guerra contra el terrorismo yihadista a las políticas de los días de la guerra fría. Las secuencias en Europa con las que arranca la segunda temporada, nos dejan el sabor del buen cine de espionaje de toda la vida. Es una lástima que la repercusión de esta serie siempre quede sepultada por la avalancha de nuevos estrenos en otras plataformas. Afortunadamente el boca a boca todavía funciona y aquellos que ya la han visto han quedado rendidos ante sus méritos. Superada la segunda temporada, toca romper la barrera conseguir que haya una tercera.