Seguro que todos los ganadores de este año de los Globos de Oro se lo tenían merecidísimo, pero ha habido ausencias clamorosas entre los nominados. Y si ha habido un olvido realmente injusto ha sido el de Podría destruirte. La miniserie de doce episodios de Michaela Coel lideraba muchos de los rankings de lo mejor de 2020. No se entendía muy bien que Netflix aspirara a más galardones que HBO, a pesar de que la segunda nos había dejado una cosecha de títulos claramente superior. 

Siempre ha habido algo de injusticia en este tipo de premios y me alegro mucho de todos los reconocimientos a The Crown, pero cada nominación para Emily in Paris ahondaba en la humillación y el ninguneo para Podría destruirte. Una ensalada de topicazos de jovencita norteamericana que descubre los encantos de la Ciudad del Amor frente a las lúcidas y ácidas reflexiones sobre el consentimiento sexual en la generación z. Sería algo así como si en 1993 alguien hubiera decidido olvidar para los Oscar a La lista de Schlinder para proponer a Los Picapiedra. Ya puestos, también podríamos hablar del ninguneo a Devs, aunque para este tipo de premios la ciencia ficción nunca ha sido tomada en serio. También llama la atención que en unos galardones que siempre se han conocido como la antesala de los Óscar, este año parece que todos han puesto su mirada en las series que ha premiado.

Michaela Coel se erige con esta miniserie como una de esas artistas polifacéticas a la que habrá que seguir de cerca porque tiene una prometedora carrera por delante. Ella misma se encarga de escribir, dirigir y protagonizar esta historia y no había nadie mejor para hacerlo porque es una experiencia autobiográfica. Netflix le ofrecía un buen cheque por este guión, pero Coel se fue a la competencia porque no estaba dispuesta a perder el control creativo. La raza de la autora y su condición de mujer entroncan la serie con dos de los movimientos que más repercusión han tenido estos últimos años: #Metoo y #Blacklivesmatter. Como actriz ya había intervenido en papeles secundarios en Black Mirror y asombrado con su interpretación de una víctima del genocidio de Ruanda en Black Earth Rising; mientras que su faceta creativa ya se había desplegado en la telecomedia Chewing Gum de Netflix, donde encarna a una exreligiosa que quiere perder su virginidad. Su condición de creadora todoterreno la sitúa en la órbita de otras compañeras de profesión como Lena Dunham, la creadora de Girls, o Phoebe Waler-Bridge, responsable de Killing Eve y Fleabag.

A Arabella, la protagonista de Podría destruirte, la violaron mientras estaba inconsciente en el suelo del cuarto de baño de un garito de Londres, porque su agresor le había puesto una droga en su bebida. Como la creadora de la serie, en medio de un bloqueo creativo mientras escribía su libro se fue de copas por la noche, sin saber que un depredador la estaba acechando. Como esas mañanas de resaca en las que uno va recordando a fogonazos lo ocurrido la noche anterior, a la mente de Arabella van llegando los flashes de su violador empujando sobre ella. La serie combina el drama con momentos de comedia, porque también intenta ser un manual de supervivencia de una mujer que se niega a que sea una experiencia traumática la que la defina como persona. En Podría destruirte no solo hay drama, hay mucho sexo, drogas y fiesta. A falta de nuevos episodios de Euphoria, HBO encontró su reemplazo perfecto para el verano pasado. Vemos en ella muchas relaciones sexuales y se nos invita a la reflexión de discernir cuáles son consentidas y cuáles no. En ocasiones abandonamos la zona del blanco y negro para introducirnos en las diferentes escalas de grises. La clave de todas ellas está en el consentimiento. Sus protagonistas no son infalibles y ni siquiera ellos mismos tienen claras las respuestas a sus preguntas.

A través de la mirada de Arabella y su entorno más cercano se despliega a nosotros una suerte de decálogo del consentimiento sexual. Tríos, redes sociales, infidelidades, denuncias falsas... cada episodio nos depara una nueva sorpresa.

Aunque la serie nunca pretendió ser la historia de la caza y captura del violador de Arabella, es en el último episodio cuando la protagonista hace frente a su agresor. Sin ánimo de hacer spoilers, ni siquiera tenemos claro que esto llegue a pasar. El capítulo se convierte en una especie de Día de la Marmota en el que se nos van planteando distintas posibilidades sobre cómo se desarrollaría ese encuentro. No sabemos cuál de todas es la verdadera. Quizá sean las fantasías de la propia Arabella sobre lo que haría cuando llegara. Lo más estremecedor es que todo parece indicar que la última de todas, la más breve, es quizá la verdadera: su caso quedará archivado por no poder encontrarse al autor y ella tendrá que asumir que hay que pasar página.