La fecha es el 26 de junio de 1969. Millones de personas siguen en directo la retransmisión de un evento destinado a ser uno de los grandes hitos de la historia de la Humanidad: la llegada del hombre a la Luna. En Estados Unidos, las caras de decepción de los espectadores son evidentes. Sobre todo cuando llega el momento en ver ondear la bandera roja con la hoz y el martillo en la superficie lunar, mientras un cosmonauta dice con orgullo “doy este paso por mi país, mi gente y el modo de vida del marxismo-leninismo”. Éste es el punto de partida de la serie de Apple Para toda la Humanidad (For all Mankind), que se dedica a imaginar una Historia donde fue la URSS la que ganó la carrera por llegar a la Luna. La serie acaba de terminar su segunda temporada con la promesa una tercera entrega que ya nos ha puesto a todos con los dientes largos.

For all Mankind se dedica a reimaginar un final de siglo XX alternativo donde las cosas ocurrieron de una manera diferente a como las conocemos. Es lo que se llama una ucronía, palabra que habrá que añadir a nuestro diccionario de series. Ésta no es la primera serie en narrar ucronías. Ya hemos visto unos cuantos títulos dedicados a imaginar qué hubiera pasado si Alemania ganara la Segunda Guerra Mundial, como por ejemplo en The Man in the High Castle. Un candidato proHitler ganaba las elecciones en Estados Unidos en La conjura contra América. Ryan Murphy imaginó un Hollywood más inclusivo en los años 40. Quizá fue Tarantino quien abriera el melón desde el brutal desenlace de Malditos Bastardos, en una premisa que ha seguido desarrollando en Django desencadenado y en Érase una vez en Hollywood. Pero así como algunas de otras series se han dedicado a presentarnos esos mundos alternativos como lugares de pesadilla, en For all Mankind esa realidad no necesariamente es mejor, ni tampoco peor. Solo es un sitio donde las cosas ocurrieron de una manera diferente.

Si alguien se ha molestado en revisar la fecha del inicio del artículo, se habrá dado cuenta de que ésa no es la fecha en la que el hombre pisó la Luna. El equipo de astronautas encabezado por Neil Amstrong y la Apolo XI no pisó suelo selenita hasta el 20 de julio de 1969. Casi un mes después que los soviéticos en la serie de televisión. Las consecuencias son impredecibles y al espectador solo le queda esperar lo inesperado. El argumento está salpicado de pequeñas sorpresas, a veces irrelevantes para la trama pero que le dan un sabor peculiar. No hubo caso Watergate, ni Gerald Ford ni Jimmy Carter alcanzaron jamás la presidencia, Ronald Reagan ganó las elecciones en el 76, Juan Pablo II no sobrevivió al atentado que sufrió, en cambio John Lennon está vivo y el príncipe Carlos no se casó con Lady Di sino con Camila Parker. No podemos recurrir a Google para saber cómo se solucionará tal o cual conflicto, porque hay cosas que no ocurrieron igual que en el mundo en que conocemos.

La historia está contada desde el punto de vista del perdedor (no lo olvidemos, esta serie es norteamericana), para mostrarnos qué es lo que aprendió de su derrota. Los hechos que realmente importan para la trama de la serie son los efectos que esta nueva realidad tuvieron para la carrera espacial. Al haber perdido esa batalla de la Guerra Fría, Estados Unidos se vio en la necesidad de intentar buscar nuevos golpes de efecto para tratar de eclipsar los logros del bloque comunista del Este. A diferencia de nuestro presente, los viajes a la Luna nunca cayeron en el olvido y continuamente hubo expediciones lunares desde la Tierra. Incluso se empezaron a instalar en los 70 las primeras bases en la superficie de nuestro satélite. Otro mazazo para la moral norteamericana vino cuando la URSS logró que también fuera una mujer del bloque soviético la primera en poner el pie en la Luna. Esta situación provocó que en el inicio de los 70 Estados Unidos pusiera en marcha programas de inclusión en la NASA y contara con un equipo propio de mujeres astronautas. En esta nueva realidad, las políticas por la igualdad comenzaron mucho antes. A través de las dos primeras temporadas hemos asistido a una nueva historia del final del siglo XX, en un viaje que por el momento se ha prolongado desde 1969 hasta mediados de los 80.

El creador de la serie es Ronald D. Moore, uno de los artífices del renacimiento de la saga Star Trek a comienzos de los 90; o de la reinvención de Battlestar Galactica. Su último bombazo televisivo hasta ahora había sido Outlander. Pero que nadie se equivoque, no estamos ante una serie de ciencia ficción. El espíritu está más próximo al de películas sobre pioneros en el espacio como Elegidos para la gloria de Philip Kaufman. o Marte de Ridley Scott. En los veinte episodios que llevamos hasta ahora, asistimos a las andanzas de un equipo de astronautas preparándose para visitar el nuevo mundo y que, una vez allí, se ven obligados a superar constantes pruebas de supervivencia en un entorno hostil, en el que además hay otro asentamiento del enemigo a escasa distancias y del que no saben qué se puede esperar. En este nuevo mundo, la guerra fría no ha quedado atrás. Con Reagan en la Casa Blanca, la trama ofrece intrigas políticas por los sectores estratégicos de la Luna. Ríete tú de la crisis de los misiles cubanos. Asistiremos a batallas en la superficie lunar, muy alejadas de lo que hemos visto en otras películas galácticas como Star Wars. Por cierto, que me resulta curioso cómo en esta nueva realidad no se hagan referencias al universo de George Lucas, pero sí a la llegada en cines de La Ira de Kahn, la segunda película de Star Trek. ¿Acaso es una venganza trekkie a la saga rival?

El final de la segunda temporada nos ha dejado con uno de esos momentos ante los que solo podemos poner en marcha el cronómetro para contar el tiempo que falta para la tercera. Cuidado que vienen spoilers. Una vez superada una crisis que había puesto al mundo al borde de la III Guerra Mundial y tras la que la URSS y los Estados Unidos parecen iniciar su reconciliación, la trama da un salto de diez años en el tiempo. Hasta 1995 para encontrarnos con la llegada del primer hombre a Marte. Una escena que nos deja muchos interrogantes: ¿Es americano o ruso?, ¿el acelerón en la carrera espacial ha sido fruto de la cooperación entre los dos países?, ¿llegó a existir la perestroika en ese mundo alternativo?, ¿han avanzado mucho las bases en la Luna? Con el aterrizaje en Marte, la serie crece en posibilidades argumentales. No sabemos qué plan tendrán los guionistas o hasta qué año seguirán dejando volar su imaginación. Al final la serie nos ha permitido soñar con un futuro tan positivo como pudieran ser cualquiera de los capítulos de Star Trek. Larga vida y prosperidad.