Hello Tomorrow ha sido uno de las series más desconcertantes y con una de las propuestas más extrañas y disparatadas que se han estrenado en el catálogo de Apple. Ambientada en un mundo retrofuturista, sus protagonistas se dedican a vender parcelas multipropiedad puerta por puerta ni más ni menos que en la Luna. Algo así como lo que hacen los actuales comerciales que nos llaman a la hora de la siesta para ofertarnos placas solares, seguros médicos y tarifas de telefonía móvil. Un trabajo para el que se requiere mucha labia y un talento especial para que no te cuelguen el teléfono o, como ocurriría en este caso, que te den con la puerta en las narices. Para aquellos que no sepan nada de esta serie, hay que aclarar que no estamos ante un argumento de ciencia ficción, sino ante una mezcla entre la comedia y el drama. Estaríamos ante un cocktail entre Mad Men y la película Glengarry Glen Rose (1992) donde la actividad comercial de sus personajes es un pretexto para hablarnos de otras cosas.

Lo primero que llama la atención, desde el primer minuto, es la cuidada ambientación donde nos trasladamos a una norteamérica imaginaria a finales de los años 50 o comienzos de los 60, en la que predominan los colores pastel. Retrofuturismo, donde desde la perspectiva actual recreamos cómo se imaginaban el futuro en aquella época. En medio de sus flamantes barrios residenciales, cuentan con avances tecnológicos como robots repartidores, cadillacs voladores y aparatos de videollamada con monitores en blanco y negro. Aparatos futuristas que parecen sacados de un capítulo de Los Supersónicos (la versión futurista de Hannah Barbera de Los Picapiedra) o de aquellas secciones de los parques de Disneylandia que antaño se dedicaban a imaginar cómo sería el futuro. En una sociedad con tales avances, uno podría pensarse que es totalmente factible comprarse una parcelita en una urbanización de la Luna donde comenzar una nueva vida. No viajan hasta allá en un cohete que se dispara en un cañón hacia nuestro satélite como en la película muda de Georges Méliès, sino que parece más a la nave que utilizó Tintín para llegar a ella en aquel clásico cómic de Hergé.

Aquí entramos en el delicado terreno de los spoilers, ya que, hasta que no había avanzado un poco la trama, ni me había planteado que podríamos estar una estafa. De hecho, a lo largo de toda esta primera temporada se mantiene la incertidumbre de cuánto hay de humo y cuánto hay de real detrás de todo ese proyecto inmobiliario que venden los protagonistas. ¿Son un grupo de charlatanes que juegan con los sueños de gente desesperada por empezar una nueva vida? ¿Están engañados los propios vendedores pensando que realmente están vendiendo casitas en la Luna? Buena parte del argumento gira en torno a las tensiones entre estos comerciales. Como en la película Glengarry Glen Rose los protagonistas compiten entre ellos por ver cuál de ellos es el que mejores ventas cierra, seduciendo a sus clientes con la promesa de un mañana mejor. El título con el que la serie se ha traducido en España. Todo ello al ritmo de Frank Sinatra y su Fly me to the Moon cargado en sus dispositivos iPods estilo retro.

El protagonista es un carismático Billy Cudrup que encarna a Jack Billings, el emprendedor que ha levantado todo este proyecto tratando de cumplir el sueño de su padre. Sería el Don Draper de esta serie. No hay que olvidar que el protagonista de Mad Men se encumbró a lo más alto de los círculos publicitarios de Nueva York usurpando la identidad de otra persona. En el caso de este agente inmobiliario del espacio se nos deja claro que hay una delgada línea que separa el ser un emprendedor o un timador. Cuando Billings descubre que tiene un hijo, su vida tiene otro propósito ya que ahora tiene la oportunidad dejar su legado.

En la vida real, el hombre no pisó la Luna hasta el año 1969. Así que recién entrada la década de los sesenta, resulta un poco complicado que en ese año realmente se puedan comercializar urbanizaciones en ese satélite con vistas al Mar de la Tranquilidad. Pero teniendo en cuenta que en Apple se nos han contado otras series en las que los rusos llegaron primero a la Luna (como es el caso de esa maravilla que es Para toda la Humanidad), en este nuevo título podíamos estar ante algo parecido. En la tercera temporada de Para toda la Humanidad, el hombre llegó a Marte en la década de los noventa dentro de esa línea temporal imaginaria que nos enseña un mundo en el que las cosas ocurrieron de otra manera. Con la adaptación de la saga de novelas de Fundación, de la que pronto tendremos la segunda temporada, se completa el catálogo de serie relacionadas con el espacio en la plataforma de la manzana. Una carísima adaptación de los libros de Isaac Asimov que no han hecho el ruido que se esperaba.

Quizá algún día, los vendedores de Hellow Tomorrow se decidan a comercializar adosados en el Planeta Rojo. Y Disney comprará los derechos para situar la urbanización con vistas a la Estrella de la Muerte. La primera temporada nos ha dejado los suficientes cabos abiertos para que podamos seguir soñando con esa paradisiaca urbanización situada en nuestro satélite.