Existe un periodismo crepuscular y vacuo que ocupa un gran espacio en el papel couché y en la cosa catódica. Periodismo del corazón, lo llaman. Antiguamente "ecos de sociedad", explicando como la honorable marilú se había casado con el marqués de Preñatodo y como los invitados habían lucido sus mejores galas. Algo así como la boda de la tontita hija de Aznar. Ecos de sociedad que eran ecos de mierda, puesto que la señora marilú era una putona de mucho cuidado y el marqués de preñatodo un vividor acostumbrado a los créditos blandos y la cocaína blanca. Casi igual que ahora.

El caso es que este periodismo invertido, entrevistadores de pacotilla y especialistas de la vergüenza, marca en cierta medida, el impulso social cultural en la calle del país. En los autobuses, las paradas, los bares y corrillos del mundo laboral siempre surgen comentarios ad hoc relacionados con la actualidad del cuore, pura miseria intelectual que desbarata neuronas. Sobre todo, aparte el couché, debido a la toma de las televisiones. El tele- videns sufre permanentemente el acoso de estos golpistas, un negocio redondo que dá millones exponiendo alegrías y miserias: sì señores, manganita de tal se bajó las bragas y se acostó con su hermano. Sin recato, toreros, folclóricas, futbolistas, actorzuelos y farándula enfarlopada aparece en programas ofreciendo conferencias de alta capacidad analfabética. Y el tele- videns con la boca abierta asumiendo, deseando, envidiando u odiando al famosete de turno. Deseando ese mundo ajeno, raro, descompuesto, antípodas del suyo pero tan próximo. Yo me casé con un futbolista y tuve un hijo. Pero el hijo era del torero, aunque lo que de verdad deseo es estar con pepurrita porque soy lesbiana.

Existe un peridiosmo torticero y manipulador, desgraciado y fascistoide que inunda el mercado. Y lo inunda porque tiene salida, y tiene salida porque lo inunda. Es la serpiente que se muerde la cola. Patrañas manipuladoras, semitonos de publicidad, ínclitas entrevistadoras que presentan cosas como gran hermano, círculo vicioso de costurerillas salidas de un salón del siglo pasado. Un periodismo de chanel cuatro, de pachuli, un periodimo que prostituye permanentemente la profesión y saca las entrañas del animal al que acosa para venderlo a dos pesetas una vez descuartizado, seco y finiquitado. Productos, productoras, formatos, y patrocinios... locutores de medio millón y repórters de 1000 euros, basura, basurilla, basurería permanente.