Mientras me preparo para ver el eclipse perfecto con selene vestida de rojo volcánico, caigo en la cuenta del ámbar, una deliciosa gota captura fósiles. Mirándola, cualquiera diría que es un artefacto diabólico, o más que un artefacto, una simple mota de polvo. Pero es una mimarommatoidea, avispilla del Cretácico, algo así como una astronauta de 110 millones de años. La nano avispa se conserva perfectamente en su cápsula y posee la cualidad, (me entusiasma esa incorpórea posibilidad) de apenas distinguirse, mucho menos como insecto, a simple vista. Sin llegar al mundo microscópico, esta habitante del Liliput del pasado, posee todos los mecanismos necesarios para libar y picar, defenderse diría ella, haciendo daño. La luna rojiza y la avispa atrapada en el ámbar pertenecen al mismo multiuniverso. Mirando avispas que no se ven, lunas que desaparecerán en la boca de la noche, crepúsculos invisibles y seres que atormentan mis sueños, me preparo.