Tiene razón la alcaldesa belga cuando dice que la política es una cosa y su vida sexual otra. A la edil la han pillado y grabado echando un polvo en el palacio real de Olite, un castillo que mandó construir Carlos III a finales del siglo XIV. Reconozco que practicar sexo sobre las tapias de la historia tiene su intríngulis, mucho más mientras ella mira a Pamplona, allende el horizonte. Lo curioso de la noticia no es el polvo en sí, (¿quién no ha hecho de las suyas en los castillos?), sino la ideología conservadora de la belga. Ser de derechas y belga siempre me ha parecido algo muy sobrio, al contrario de sus cervezas, en extremo ebrias. Pues esta señora de derechas de toda la vida aguanta como una campeona del goce las embestidas de su compañero, mirando almenas y torres defensivas. No se imagina uno a cualquiera de las nacional católicas alcaldesas del PP español en semejante situación. De hecho, pienso que el calentón del momento, ellas, las ediles, lo combatirían con una foto de Ratzinger en el bolso y dos golpes de pecho, al contrario que su compañera ideológica centroeuropea, tan abiertamente espléndida.