El glup glup permanente del sol hace que los científicos se fijen mucho en el asunto. Aquello es un hervidero constante de detonacones y llamaradas, ajenos a los peces fritos que soñó una vez Gómez de la Serna. El sol fué Ra para los egipcios, adoradores de sus brillos, y es Lorenzo para los carpetovetónicos del dos mil. Lorenzo a resguardar con crema factor cuarenta y gafas Rayban modelo Landa de los sesenta. Sin embargo, el sol está encabronado y enseña sus malas artes, lengua de fogosidad perniciosa, hacia el planeta azul. Dicen que una mancha llamada 1032 apunta hoy hacia la tierra afectando a la magnetosfera.

He notado la afectación porque mi reloj se ha quedado sin pilas, y porque, circulando en moto bullían los aceites bituminosos de la carretera comarcal. Alquitrán cual chicle y reloj parado. El día en esta ciudad de sirenas y nibelungos está nublado, así que los ultravioletas funcionan sujetos al libre albedrío, como algunos botellones en los parques.

Consulto el tema en la web 'Space Weather', pero sólo hablan de llamas y no de efectos colaterales, no sé, algo a distraer, un avión perdido, un rizo en el triángulo de las bermudas, una alteración en la líbido de las treinta y cinco añeras, algo que solapar literariamente, ajeno a tanta sobriedad prosaica.

Total, acabo desilusionado a sabiendas que nada hay nuevo bajo el sol. Lorenzo apunta su ojo otoñal 1032 haciendo glup glup y jodiéndonos con la puta calor. Aunque anuncien lluvias.