Si cuento que esta mañana he desayunado con Amadeo no tiene mayor importancia. Al menos en principio. Pero si narro que Amadeo murió hace tres años, la cosa se complica. El caso es que ahí enfrente, sentado mesándose la barba, entre trago y trago de café con leche, Amadeo ha compartido cafetería. Del asombro o alucinación me ha sacado el camarero. Los camareros, como todos ustedes saben, son los primeros que te hacen volver a la tierra. ¿Espera a alguien?. Lo digo por el café con leche. Se va a enfriar, si quiere... Es evidente que èl no veía a nadie, pese a que éste sonriera en ese momento. Al abandonar la cafetería el camarero ha mirado raro, como si yo no supiera lo que pensaba. En la puerta he despedido a Amadeo, que acercándose, me espeta con sorna y al oído: vaya un gilipollas, si supiera que lleva muerto trece meses...