Vale, ella tenía una pierna ortopédica básica, elemental. Cuando hacíamos el amor, follábamos, vaya, en el motel de la carretera sesenta y seis, acababa depositándola enfrente de la cama, sobre la pared amarilla apoyada. Mientras que ella estaba en la bañera yo contemplaba la ortopedia articulada y acababa sustituyéndola en mis adentros por una pierna real, muslo, rodilla y gemelos sonrosados, un calcetín que tapara aquél tobillo metálico, calcetín negro y azul a franjas. Mojada, con el albornoz puesto saltaba a trompicones aguantándose hasta el lecho. Allí estaba yo, con las piernas abiertas esperándola, con todo mi genitalismo al aire, ofreciéndoselo. Acariciaba su muñón aterciopelado, su ingle herida de cicatriz, sexo mojado, su otra única pierna que se enroscaba sobre mi cuello aguantando embestidas, aguantando arañazos, bocados.... vale, ella tenía una pierna ortopédica básica, elemental.