Hemingway deliraba borracho de letras en su despacho de Kei West. Contaba que había matado al menos 122 prisioneros alemanes . Decía a su mujer: "querida Mary, aquél SS me dijo que yo no lo mataría, que no me atrevería. Se equivocaba, le disparé tres veces al estómago. Una vez en el suelo le reventé la cabeza, el cerebro le salió por la boca o la nariz, creo. " La puta vida, y recordaba entre el vaho del alcohol caliente su casa de Burguette en Navarra, o Finca Vigía en Cuba. En un rincón del alma estaban el Pulitzer y el premio Nobel, las letras y las cabezas de leones, los ciervos, aquellos colmillos de elefante, el ojo de un rinoceronte blanco mirándolo de frente. Todos los monstruos del guisqui sentados a su lado decidieron que arma usaría. Estaba en Ketchum, verano de 1961. Se introdujo el cañón en la boca, había matado tanto. Hemingway deliraba borracho de letras, soñando con su muerte. La felicidad es la cosa mas rara que conozco en la gente inteligente, decía.