La genciana rosada de sudáfrica es una planta inteligente. Sólo libera polen si el zumbido del insecto que se le acerca emite la nota Do. Eso hace que la abeja carpintera se asocie, previo consentimiento, con la planta. Además, la genciana, aprovecha para expandirse con seguridad notoria. Aunque no lo crean la común col, defendiéndose de las mariposas parasitarias, lanza al aire un sos para que acudan en su defensa diminutos insectos devoradores de larvas. Casi como el maiz, que también emite señales para que las orugas comedoras acaben siendo pasto de avispas aliadas. Las plantas, los árboles, se comunican, atrapan moscas, roedores, envenenan al agresor o con raíces aéreas constantes colonizan zonas sin la menor consideración por las especies endógenas, a las que acaban aniquilando cual vulgares matojos. Estoy sentado frente a una Dionaea muscipula. Cada vez que acaricio los pinchos de sus hojas se estremece levemente, como un suspiro ligero. Corto la cabeza de un saltamontes vivo y, con las antenas aún moviéndose, lo arrimo a sus láminas. Se abren y cierran en cuanto sienten el alimento. Después calmadamente, comienza a digerirlo. Poco a poco, la planta termina su cena. Cuando me tumbo en el sofá tengo la sensación que me mira de reojo.