Entro en el baño y miro el espejo. Me doy cuenta que el tipo que está ahí dentro, barbado y con cara de sueño, con legañas y ojeras incipientes no soy yo. Repito la escena. Camino hacia atrás por el pasillo hasta la cama. Vuelvo a acostarme y vuelvo a levantarme. Entro al baño y miro el espejo. El desconocido sigue ahí, haciendo los mismos gestos, imitando las muecas. Decido entrar en la ducha caliente. Froto con espuma de gel la barriga sobresaliente que culmina en un ombligo. La habitación se llena de vaho, así que salgo de golpe del agua y limpio de neblina el espejo. Nada. El tipo sigue ahí, ahora desnudo y mojado. Lo miro de arriba abajo y me mira de abajo arriba. Es evidente que no soy yo, sin embargo parece que llevamos juntos muchos años. Mierda de día.