Habla Dalí de las moscas limpias de Port Lligat que se pasean por las hojas de los olivos. Para atraerlas, cuando pintaba, solía embadurnarse el bigote hirsuto con azúcar de dátiles y la comisura de la boca con dos gotas de miel. Posadas al fin, dejaba que zumbaran desesperadamente entre sus labios. Las moscas sucias, repite Dalí, se pasean y viven en la cara de los burócratas....

Miro a mi gato saltando sobre el cristal y atrapando una de éstas. La confunde con un pájaro, gorrión, vencejo o águila, se lo dice su adn, así que salta igual que el leopardo y derriba a su presa. La presa se hace la muerta durante un instante, incluso aguanta un zarpazo de comprobación. Segundos después remonta otra vez vuelo contra el cristal..... Pienso en las palabras de Dalí, en la mosca de azúcar guiándolo por el lienzo, también en las aves de rapiña, cristales translúcidos que actúan cual trampas en la sabana, mientras los gatos y sus hermanos mayores leopardos se entretienen subiendo cadáveres de burócratas a los baobab.