El 31 de Mayo de 1906 contraían matrimonio Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Madrid era todo bullicio de idas y venidas. La policía controlaba los accesos del itinerario previsto y, hasta el momento, los actos parecían transcurrir con normalidad. Mateo Morral, anarquista, hijo de la acción directa, había resuelto ser el auténtico protagonista.

No sòlo de ese día. De salir todo conforme a lo previsto, la historia, con mayúsculas, cambiaría, sin duda. Morral hablaba varios idiomas, y de sus viajes europeos, sobre todo en Alemania, dedujo que la propaganda por el hecho y la teoría libertaria eran su vida. Culto, trabajó durante una temporada con Ferrer y Guardia como bibliotecario. Llegó a ser autor de algunos textos: "Pensamientos revolucionarios de Nicolás Estévanez" publicado y prologado por Urales. No cabe duda que Estévanez había ejercido influencia en su actitud. Cuenta Pío Baroja que la bomba con la que atentaría horas después, le había sido entregada en Francia por el propio Nicolás, militar y ex ministro durante la primera república.

El caso es que allí estaba Mateo, en una habitación con vistas de una pensión, en el número 88 de la calle Mayor madrileña. Decidió arrojarla dentro de un ramo de flores al paso de la comitiva real. Y así lo hizo. Por alguna indeterminada cuestión el ramo tropezó con el tendido del tranvía y desvió su camino. Al caer y explotar entre la multitud, produjo 33 víctimas, aparte del consiguiente desconcierto. El rey, empero, resultó indemne. Mateo Morral logró huir de Madrid. Un Madrid sitiado por las fuerzas de seguridad en máxima alerta.

El día 2 de Junio fue reconocido por un grupo de personas en un ventorrillo, cerca de Torrejón de Ardoz, mientras tomaba una tortilla de tres huevos a la francesa, una tajada de bacalao y un cuartillo de vino. El ventero daría aviso a la guardia civil y entretanto Fructuoso Vega, guardia jurado de campo, le instó a seguirle. Camino al cuartel, Mateo sacó su browning y a bocajarro, le disparó en la cara dejándolo seco en el acto. Entonces un grupo de jornaleros intentaron acorralarlo.

Morral, viéndose cautivo, se disparó un tiro en el pecho.

El Juzgado Municipal procedió al levantamiento de los cadáveres. Se le incautó la pistola, todavía con cinco cartuchos y un cargador con siete mas, un pañuelo de hierbas con un pedazo de queso manchego, una libreta empezada y un recorte de periódico. En los bolsillos llevaba 150 pesetas en billetes, 16 en plata y algunas monedas de cobre. ABC resume diciendo que Morral era de regular estatura, delgado, ojos garzos, mejillas hundidas y bigote recortado a la tijera. Estaba sin afeitar. La boca aparece contraída en una mueca.

La historia no cambió porque aquèl ramo de flores con bomba dentro se desvió de su inicial trayectoria. Morral obtuvo su premio: continúa siendo en el más absoluto de los infortunios, inmortal.