Parece que en marzo llega a nuestro planeta una onda expansiva procedente de la mayor explosiòn del Universo. Hace 3.800 millones de años, en una galaxia pequeña, un enorme agujero negro atrajo con su imponente fuerza gravitatoria a una estrella. Normalmente las engulle y deglute hasta dejarlas convertidas en pura energía. Esta vez tiró de ella tanto que acabó rompiéndose en dos. El estallido fué bestial. Una de las partes se hundió en el sumidero, desintegrándose y formando potentes chorros de rayos gamma, enfocando directamente a nuestro planeta. Los rayos gamma que arriban en marzo proceden del pasado remoto, casi cuatro mil millones de años, que ya es pasado.

He de reconocer, al ser un inservible hombre de letras, que mi único contacto con los gamma ha sido merced al científico Robert Bruce Banner, cuando estaba probando una de sus últimas invenciones, la bomba gamma. Justo en el momento del lanzamiento, un intrépido chico llamado Rick Jones se metió en medio, resultando altamente afectado. De hecho, acabò convirtiéndose en el increíble Hulk. De momento, a pesar de que me he reconocido con interés, no estoy verde, ni mis músculos han estirado hasta romper los calzoncillos con tanta hinchazón de huevos. De momento, decía, sólo quedan argumentos científicos, maravillas translúcidas del pensamiento que explican quienes somos, de donde venimos y a donde vamos, o sea: nada de nada. La perfección del universo es altamente filosófica. Lo tengo dicho, usted explicará como un puñado de jóvenes con ideas plantaron el año pasado campamento un 15 de marzo.

Más dificil será explicar que en ese momento, rayos radiactivos tocaban el techo del orbe, con la sana intención de hacernos ver la luz del origen.