Me dijo que vaciara los bolsillos. Joder, un atracador. Venga,... yá, yá. Y así, empujándome contra la pared sucia. No tengo bolsillos chaval. Miraba a todos lados sorprendido del comentario. Pues dame lo que lleves, vale, vale. Entonces saqué el nueve largo de la sobaquera. ¿Te sirve?. Palidecieron él y su cuchillo atómico, una navajita de sirlero de barrio. Ahora te volaré las pelotas. El chico se meó literalmente. Me compadecí.... toma, dije, es tuya. Y le dí la pipa. Luego marché despacio. Algo le debió de entrar, algún arrojo de esos que los psicólogos criminales llaman súbito. El caso es que me disparó dos veces por la espalda, maldito cabrón.