Según cuenta la fundación para la prevención, estudio y asistencia a las drogodependencias se ha detectado una nueva forma de consumir drogas. Esta vez es por el lacrimal, y los coloquetas aplican el cartoncito con dietilamida de ácido lisérgico, LSD, al ojo, dejándolo unos instantes en libre absorción. El pelotazo está servido, quizás porque entra en contacto directo con la sangre y por su cercanía al cerebro. O a lo que quede de cerebro. Las formas de drogarse son múltiples y archiconocidas, incluso esta variedad ocular, que a pesar de lo estrambótico, no es nada nueva.

Bebida, comida, fumada, inyectada, inoculada, esnifada, impregnada, restregada. De todas estas maneras cualquier droga pasa al interior del cuerpo desde que el hombre es hombre. Las legales y las ilegales, las clásicas y las novedosas, las naturales y las artificiales. Alcohol y tabaco son drogas legales en buena parte de occidente. Que yo recuerde, excepto por los lacrimales, casi por todos los agujeros se inhala o expele humo. Y sobre alcohol, más de lo mismo.

Con respecto a la noticia, (presentada erróneamente como una nueva forma de ingerir droga), dos cosas me intrigan: por un lado parece que el LSD, (acrónimo de "loado sea dios", en un chiste del gran Perich), sigue sus laberintos de consumo. Créanme sus habituales: hay que tener mucho cuidado con el invento de Hofmann, aunque en algunos paises se use terapéuticamente. Por otro lado, la cuestión viene acompañada de una criminalización obvia de ciertos usos y comportamientos, concretamente en la llamada rutas musicales, consideradas epicentro de drogas químicas. Puede ser. Pero no menos que las placetas de cualquier barrio, o que los aseos níveos de disco bares ultradiseñados de moda. En estas rutas, (la música es espantosa), ocurre lo mismo que en las fiestas de la jet marbellí, sólo que a lo bestia. Las megapijas esnifan farlopa mientras se dejan tocar el culo por algún capullo con mucho dinero. Y los otros se meten trippis por el ojo. Aquí tambien hay antagonismo de clases: el profesional liberal fuma caro, bebiendo ron en cualquier bareto, después de haberse metido medio gramo de cocaína en su audi no se cuantos. Es un tipo con prestigio. Y el chaval gilipollas come anfetas de caballos para dar saltos en una sala donde la música es infecta. Son tarados ocasionales. Posiblemente el profesional liberal, de proponérselo, acabe esnifando coca por el lacrimal, estoy convencido.