Que porqué se convierten las alamedas de la ciudad de uno en las de otra ciudad es un misterio. Caminando por las aceras suele ocurrir, el gentío detenido junto al escaparate de cualquier tienda en Madrid es el mismo gentío que está quieto delante del escaparate de cualquier tienda en Ginebra.

Cerca de la diagonal barcelonesa ví a una mujer a la que había saludado en Vitoria. El caso es que vestía igual, con medias negras y gabardina beige. Sospecho que por las calles de las ciudades siempre circulamos los mismos personajes. Incluso los vagabundos sin techo que duermen en cajeros son los mismos. En París, al lado de una iglesia junto al Sena, descubrí a una pareja de borrachos que había conocido en Córdoba. Yo mismo experimenté el factor gentío de las ciudades y supe, viendo una final de la champions en una televisión de una gran superficie en Mataró, supe, digo, que antes había visto la misma final en aquella taberna irlandesa donde conocí a una mujer de Granada a la que, con toda seguridad, había besado en los soportales de la plaza del ayuntamiento de Alicante.