En una taberna se brinda con manzanilla y taquitos de jamón, guarro del bueno. Una cabeza de morlaco disecada en una pared, la banderola nacional y un par de banderillas ensangrentadas colgando estáticas. La decoración es "kistch", muñequitas con faralaes, toro andarín y pepona vestida de legionaria con turuta. Es una taberna de olé, fotos de Butragueño enseñando un cojón y botellas de vino con el careto de Tejero. Más manzanilla y palmeos con gorgoritos. El camata tiene media barba y suda al cortar queso.

Una lámpara china en la esquina dá aspecto de puticlub al local, máxime cuando entran dos señoras de mi edad, pintarrajeadas y embutidas en sendas faldas con raja enseña varices. Piden cañas de cerveza. Una ataca con el mondadientes a un taco remiso de jamón. Conocen a los tertulianos. En un radiocasette suena el príncipe gitano. Veo el mostrador señalado con tiza, un espejo con una minipegatina del Partido Popular disimulando una pequeña fractura. Huele a tabaco y esputo patriótico. Pago la consumición y salgo a la calle. Es una venta de la comarca. Se llama Kiss, sustantivo nada español, quizás el nombre convertible de una barra americana. Está en la carretera A 30, esquina túnel del tiempo.