La imitación de un sonido suele llamarse onomatopeya. Si hubiera algún diccionario de palabras favoritas, onomatopeya ocuparía un lugar excelente en el mismo. Bum, pam, crac, clip. Todas explican claramente lo que se quiere decir o expresar. El globo se pinchó y comenzó a expulsar aire, zisssss. Descubro cuando las busco que no todas las onomatopeyas suenan igual. Quiero decir que dependiendo del idioma se traducen de una u otra manera. Un gato español sonaría con un miau claro y contundente, acaso sensual. En catalán se pronunciaria meu, en inglés meow, y en japonés nyaa.

En consecuencia, podríamos advertir que las onomatopeyas son asunto serio si a ellas hubiera que recurrir. Plas, plas, plas, no aplaudan, en realidad después de la siesta se me ha caído un vaso al suelo, crash sonó. No se ha roto. Cuestiones de aplicación física. Y de vidrio resistente. Tal vez, pienso, de otro modo hubiera sonado crac o crasssss, así ampliado. No lo sé. El caso es que mi cabeza al instante se ha llenado de onomatopeyas. La película que visiono, la máquina de escribir, la metralleta que mata a los malos malísimos del celuloide, tra, tra, tra. El sueño reparador de hace un rato contra los cojines del sofá, zzzzzzz, el ruido del teclado con el que escribo, (joder, es imposible describir con un grafismo este sonido)....

Tu gemido hummm cuando te acaricio el muslo derecho, el mugido de la vaca en medio del bucólico escenario que interrumpe tu hummm, múùùù..... Mientras tanto, pasa el tiempo de esta conversación, ti, tac, tic, tac, y nada resolvemos. El canto del gallo y sus múltiples onomatopeyas, el croar de las ranas del charco de tu casa, el de mi cabeza cuando la golpeo con los nudillos, crish, crosh..... Aaahhh, bostezo, con perdón.