Anoche estuve leyendo asuntos que para nada me consolaron. Repasar nociones sobre el hígado de Marilyn posee un no se qué, lo reconozco, pero mi carácter multidisciplinar tiene, a la contra, un que se nó, y eso forma el caràcter y obliga. El caso es que estuve repasando la autopsia desclasificada de Monroe, intentando descubrir en su estómago vacío y disecado, restos amarillos de la multidosis de nembutal que, ojerosa y sola, (la soledad de las diosas) engullió aquélla fatídica jornada. Sólo consigo andar removiéndome durante cuatro horas de sueño nocturno: las vísceras, pulmones llenos de agua, balas en la cabeza, barrigas abiertas en canal, y otras zarandajas no me dejan en paz.

En medio del frenesí visceral aparece ella con su falda plisada al viento, sintiendo en el culo el aire caliente de la ventilación metropolitana. El culo de Norma Jean ofrecido como manjar onírico, es quizás una de las cinco mejores propuestas de la cultura occidental. Marilyn Monroe con los labios pintados de verde, bebiendo champán envenenado por la guardia pretoriana del presidente Kennedy.

Ciertamente las lecturas derivan hacia otro universo. Allí las tormentas eléctricas se mezclan con cuerpo embutido en un traje blanco, mientras su patólogo, el forense Nouchi, mira condescendiente mi locura provisional.