Ficciòn:

Me divierto con Josep Pla viajando en un autobús gallináceo hasta el Ampurdán. También me afixio con el humo del tabaco, mixturas, farias, hebras, picados. Me divierto y sorprendo viéndolo reflexionar acerca de la rodilla descubierta de una mujer joven. Rodilla envuelta en nylon color carne. Menciona, en el traqueteo del bus, "Las quintaesencias", de Chesterton: "La ciencia puede analizar una chuleta de cerdo y decir cuànto de fósforo y cuentas proteínas, pero la ciencia no puede analizar el deseo de la chuleta de cerdo de ningún hombre y decir cuanto tiene de hambre, cuànto de costumbre, cuànto de capricho nervioso, cuànto de persisitente amor a las cosas bellas. Cuando un hombre desea chuleta de cerdo, su deseo permanece literalmente tan místico y etèreo como su deseo de cielo". Pla se ajusta la boina de paleto, que lo hace más intelectual sin embargo. Aprovecho unos instantes de silencio para sentir la turbación del verano amarillo tras el cristal. Campos agrios y secos, con cicatrices de labranza y aperos amontonados en sus lindes, lomas barrigudas que asoman soles, alguna liebre con las orejas tiesas, los ojos saltones contemplando el paso del autobús gallináceo, cuesta arriba....

Realidad:

Andrea Fabra grita en el parlamento ¡que se jodan!. Lo hace agarràndose al paroxismo de su grupo. Un montón de señores y señoras diputados, diputadas, que jalean a su líder cuando sostiene con mano de hierro medidas contra el pueblo. Ya sabemos: ivas, disminución del subsidio, eliminación de la ley de dependencia, reformas sobre reformas y sobre reformas. Pagamos los más débiles, claro. Andrea Fabra tiene un padre oligarca en Castellón de la Plana, que suele estar encausado en procesos que nunca empiezan ni terminan. Es el mayoral de la finca, por eso construyó un aeropuerto antes de tener aviones. Porque le pasó por las pelotas. A él, al ínclito tito Camps, y a la ínclita Rita Rita. Andrea Fabra explota de gozo al oir los recortes a los parados. Que se jodan, grita. Los demás aplauden, hacen aspavientos, gritan olé, se preparan para la ola. Son gaviotas con pico carroñero. Ignoro porquè tanta diplomacia: la señora Fabra, igual que su viejo, igual que muchos compañeros de cacería es sólo una fascista, con todo lo que eso implica. Si quieren llamarlo de otro modo, hàganlo, pero les aseguro que la herencia franquista es severa y no sólo en tics. Poca democracia puede haber mamado Andrea siendo la nena tonta de papá facha. Asquito, puro asquito.

Transficción:

He intentado asesinar a Pla antes de arribar a San Feliu. Lo ha impedido el relojero del pueblo, Garreta, un mecánico relojero que también era mùsico. Al fin he acabado tomando un vino con ambos, Pla con su caldo de gallina ardiendo entre los dedos y Garreta explicando el arte de la sardana. Que manía con matarme tiene usted, dice Josep, a la postre está condenado a leerme in secula seculorum. Y no se equivoca.

Metarealidad:

Andrea Fabra y sus secuaces intentan llegar al río alto con su autobús gallináceo. Allí, en la frondosidad de curvas y recovecos, dos mil parados prestos para la guerra de guerrillas.