Salomón Estendal inventó una máquina fabulosa. Cuando llegó a oidos de Dalí, èste, no perdió oportunidad de celebrar una sesión. Por entonces hacía más de diez años que el profesor Salomón había muerto. Su heredero, un tal Planelles, se encargó de publicitar y explotar el invento.

El aparato era una silla con una serie de adminículos que aseguraban placer, concretamente, una máquina masturbadora de varones. Sentado en el trono, (se puede ver en el museo de curiosidades, Munich), el hombre descansa mullidamente. Un cilindro adaptable a tamaños y recubierto con piel animal, posiblemente de elefante marino, aprieta el falo. Después, un curioso engranaje hace subir y bajar, incluso rotar ligeramente el elemento con varias velocidades. Cuentan que Salvador, entusiasmado tras la experiencia, se inspiró para pintar en 1929 su cuadro "Le grand masturbateur". También Buñuel se entregó al "cachivache de las pajas", esta vez acompañado de Pepin Bello. El artilugio de Salomón Estendal cayó en desuso poco antes de la segunda república. Un accidente cercenó el pene a uno de sus adeptos. Al parecer, era tal la adicción que producía, que un habitual boicoteó el sistema de velocidades, resultando que, hale hop, acabó arrancando lo inarrancable, con gran escándalo y confiscación por parte de las autoridades.

Planelles, responsable civil del asunto, pasó unos meses en prisión y la silla masturbadora estuvo depositada en las dependencias policiales de la dirección general de seguridad, donde algùn mecánico en horas libres logró arreglarla. A Munich llegó en el cuarenta y dos, después de haber pajeado en secreto a vaya usted a saber cuantos y quienes.