Esta mañana intentaba buscar silencio para leer. Últimamente procuro salir de casa para hacerlo, agarrar un libro, sólo uno, caminar hacia cualquier rincón buscando paz. El sol es casi veraniego en las horas centrales. Intento sumergirme en las letras de golpe. Esta vez lo he conseguido durante media hora. Hola, he oído por detrás. Holaaa, he contestado como un gilipollas estirando la a final. Y se ha acabado sentando, ella, tan dama como siempre. ¿Que lees?. Sé que es una excusa, le importa una mierda que leo o a quién. Le digo que al maestro Vila Matas. Dice que tiene nombre de futbolista. Le digo que le gustaría saberlo. ¿Vive?. Sí, vive para hacernos pensar, pero vive. Como siempre lees a muertos. Esta vez no, esta vez leo a un vivo que transforma la realidad de uno. Eres raro, dice, no conozco a ningún tipo que lea tanto, de hecho, desde que te conozco, nunca te he visto sin un libro bajo el brazo. Casualidades, comento. ¿Vamos?, pregunta. Hoy no tengo dinero. No importa. Nos levantamos abandonando la terraza y andamos hasta el número ochenta de la avenida del puerto. Naturalmente he cerrado el libro. Y hemos subido en silencio.