He visitado una feria esotérica. No se asusten, no he acudido a ninguna reunión de los señores imputados del partido popular, que en esta comunidad son casi todos. He estado en stands de vendedores, brujas, magos, chamanes, asesores espirituales, médiums y no sé cuantas gilipolladas más. En esta feria veo poco amor a la sabiduría y veo como el negocio boyante puede resultar frustrante por la simpleza de la estafa. Medicina tibetana, pelos de camello de no se dónde, tarots, males de ojos, de amores, de sexo, lectura de manos, de pies, y velas, muchas velas, cientos de velas con diferentes propósitos. La industria de la cera puede estar tranquila y contenta. Y la del disfraz también, porque el asunto es un auténtico carnaval. Pañuelos, faldas medievales, parches en el ojo, escobas mágicas que no vuelan pero podrían hacerlo. Los charlatanes disfrazados dan la brasa a crédulos y crédulas. Cura sarampiones y mierdas embusteras. Veo que adulteran mitologías, que los celtas entrarían a degüello con sus modernos seguidores y que toda una cohorte de colgados, ilusos y semianalfabetos, dan vueltas alrededor de este submundo. Algún ilustre trajeado presume de licenciaturas hablando de lo paranormal con normalidad. La normalidad de la pasta. Aburrido me las piro sin comprar ni un jade, prefiero coleccionar minerales correctamente.