La desgracia del otro nos recuerda que vivimos en el límite entre la vida y la muerte, lo que representa un impulso vitalizador. Ésta es la razón que dan los psicólogos para explicar porqué el ser humano muestra tanto interés hacia los asuntos trágicos. Y es que lo que le ocurre al otro siempre está relacionado con uno mismo.

El problema radica en la dosis de morbo adecuada que permite la convivencia sana. Utilizarlo como reclamo no sólo es insano, sino nada ético, convertir una realidad perversa y procupante en entretenimiento informativo para obtener audiencias, y, como consecuencia, mayores ingresos de publicidad, (desde el caso Alcásser es habitual en las televisiones) es un recurso que muestra la falta de desarrollo e inmadurez que reflejan muchas sociedades modernas.

Resulta irónico que la palabra "morbosidad", se defina en la RAE como "conjunto de casos patológicos que caracterizan el estado sanitario de un país". Lo peor es que estos "casos patológicos o morbosos" no son fruto de la realidad, sino una recreación ficticia que los medios de comunicación utiliza en sustitución de las disciplinas culturales que siempre han definido el progreso del ser humano: literatura, arte, cine, etc..