El gato de Schordinger juega a cazar con el de Cheshire. El perro de Paulov, babas colgando, intenta morder al can de los Baskerville, un mastín que quiere aterrorizar a las almas en pena del suburbio. Ayer, en un prostìbulo cercano, el muerto revivido por Frankestein jugaba a los naipes con una furcia desdentada que bebía absenta sin compasión. El moderno prometeo, iluminado por el soplo del doctor, acabó perdiendo los electrodos y cayendo por un tubo negro donde intentaron despojarlo de sus bienes. La noche cierra su cielo bronco, una panza de vaca negra con estrellas como pezones para ordeñar. Desde aquí, en la lejanía de las lomas escarchadas, oigo los tambores, el silencio quieto después, a los fusileros cuadrándose y montando sus armas. Presiento que apuntan. Sé que están fusilándonos, ahora, dos tragos más allá de la realidad.....