Somos como y lo que somos hasta que llega la transformación. Eneas la sufrió después de discutir y, transformado, asesinó a cuchilladas a su oponente. Sin justificación alguna. Jacobo, persona tranquila y prudente, se convirtió en un exaltado entre las gradas de un partido de fútbol y, arrancando la silla, se la estampó al arbitro en la cabeza. Zacarías sintió el poderoso influjo transformador pasando de la hiperactividad a la locura en apenas tres días. Una mañana se ahorcó debajo de un puente, sujetando una camisa enrrollada a una viga llena de óxido. Malaquías cambió de amante. Había conocido a una furcia desdentada aficionada a dar palos a ancianos sátiros. Le gustó tanto su nuevo rol que participó en todas las sirlas desde entonces y hasta su detención. Job fué el más atrevido: harto de ser una persona adocenada, normal y corriente, se compró un fusil de asalto en un barrio de mala muerte y participó en tres atracos con sangre. Lo abatieron un mediodía cualquiera, asustado porque el arma se le había encasquillado. Su transformación fue ejemplar.