El pasado vive en la nada. Eso decíamos envueltos en mantas de colores: La realidad es distinta, el pasado galopa sobre las sienes siempre y sus jinetes, mentiras, ilusiones, enjundias, el misterio de los tramposos, produce desidias, dejadeces, abandonos. Me siento abatido a veces, me desbordan los sentimientos, la tiranía del pensamiento.

Pretendía escribir un texto que levantara sonrisas y al final estas letras tienen un rictus amargo de café apoyado sobre una revista doblada en la mesa. Demasiadas historias condensadas en una semana, cómputo inexacto. Coincido con Rábago y su tira cómica: el fin del mundo fue hace tiempo y lo de ahora es una repetición televisiva.

Las señales de la creación llegan disueltas en nieve catódica, pigmentos del big bang, acaso principio y final cósmico. Eso y tus piernas de seda, la herida sangrante, el roce de tu pubis angelical, espuma etérea de saliva en la habitación.

El pasado vive en la nada. Y la nada, de repente, se ha apoderado del instante.