Symmes creía en la teoría de la tierra hueca. Rechazaba, por ejemplo, que pudieran existir cinco polos Norte: el magnético, que no es estacionario, el geomagnético, sobre el noroeste de Groenlandia, el de la Inaccesibilidad, en el océano Ártico, al norte de Alaska, y el celeste....... extensión astronómica de una línea trazada a través del eje de la tierra que toca la estrella polar. Cinco son, cinco.

Pero su visión de los polos era excéntrica y cargada de fantasía: Lugares fríos y helados con agujeros avellanados, o lo que es lo mismo: entradas a una serie de siete mundos que se alojaban unos dentro de otros. Por aquellos agujeros penetraba luz solar suficiente para sostener débiles formas de vida, e incluso aire, aunque viciado, respirable. Si uno pudiera llegar al polo, tendría a su alcance todo un universo interior. Lo cierto es que fue muy popular, sus conferencias llenaban salas, dónde juraba que todo lo que contaba era verdad. En 1822, veinticinco miembros del senado votaron a favor del envío de una expedición para investigar la existencia del agujero. Tres años después, Rusia ofreció una plaza al autor de la teoría. No pudo aceptarla porque carecía de fondos.

Al final de su vida, los famosos agujeros de Symmes habían pasado a ser sinónimo de patraña. Lejos de parecer una locura, habrá que recordar que nadie había llegado hasta aquellas latitudes y nadie conocía aquella parte gélida del orbe.

Cuento todo esto porque en mis relecturas ando con las Aventuras de Artur Gordon Pym, la más grande narrada. Ignoraba que el destino de Gordon, ("sombrías tinieblas se cernían sobre nosotros, pero de las profundidades lechosas del océano surgió un resplandor luminoso que se deslizó por los costados de la barca".... "...y desde esas grietas, dentro de las cuales había un caos flotante y confusas imágenes, soplaban unos vientos impetuosos y poderosos, aunque silenciosos, rasgando en su carrera el océano incendiado") era el mismísimo agujero de Symmes, ya que Poe, grandísimo estudioso, creía a ciencia cierta en él. Aquella gigantesca figura blanca, tal vez dios, tal vez el averno, era el principio de los pliegues en la oquedad de la tierra. Edgar Alan Poe demuestra en esa única novela sus conocimientos geográficos, etológicos, geológicos, de navegación, anatomía, zoología, etnología, en fin, todo un dispendio al servicio del relato veloz y atroz, un relato listo para caer, aquél 22 de Marzo, al fondo mismo del universo.