El otro día mi hijo pequeño me pedía que le enseñara imágenes del hundimiento del Titanic. Es un niño muy inteligente y divertido que desprende un gran carisma personal. Quiere ser pintor y a la vez soldado. Reflejo de la clásica contradicción entre sensibilidad y fuerza bruta, ó virilidad. Solo que a los siete años esa contradicción va acompañada de una gran ternura. Quería pintar el Titanic zozobrando y regalárselo a su abuelo el día de su cumpleaños. Pintó el barco hundiéndose, partido en dos, y un pequeño bote salvavidas en el que estábamos sólo él y yo. En ese momento no pensé que el Titanic era una perfecta metáfora de la situación que vivimos en nuestro planeta, lo hice más tarde, al visualizar la película.

No sé si todos los niños pasan necesariamente por una etapa catastrofista, en la que sienten que el castillo se derrumbará de un momento a otro. Mi pequeño está sumergido de pleno en ello. Yo aun no le he explicado nada de la situación real que vive el planeta. Me he limitado a transmitir pautas como no malgastar el agua, o animarle a que cuide de su entorno. Cuando aparece en el salón, suelo apagar el telediario. Tal vez se nos cuele alguna noticia por ahí. Entre noticias y películas uno se hace una idea de que ésto no es un jardín de rosas. Lo cierto es que muestra un gran interés por los desastres naturales y por la maldad del ser humano. A veces me pide que le cuente historias que den miedo.

–¿Porqué? –pregunto con asombro.

– Lo negativo es más divertido. –Y sonrie con una pícara media sonrisa.

Le pongo el manido ejemplo de Anakin Skywalker y su irremediable transformación en Darth Vader. A pesar de que tiene claro que él es Skywalker, Vader le apasiona.

Lo comprendo en parte. Aunque para una madre, a veces la mente masculina de un hijo sea todo un misterio.

Si propongo que vamos a viajar a cualquier sitio, entonces las primeras preguntas de rigor son;

– ¿Hay tsunamis, tornados, ó terremotos?

–¿Y si lo pasamos en grande?, respondo yo.

–Mamá, el avión podría caerse.

Imagino que ahora, en plena era del cambio climático, es natural que nuestros niños se preocupen por la supervivencia de nuestro planeta. Pero lo cierto es que ya somos varias las generaciones preocupadas por la supervivencia de la humanidad. Y lo que en un principio podía parecer una fantasía de mentes paranoicas, termina siendo un hecho. Hasta mi hijo pequeño es consciente del peligro. Y eso me lleva a preguntarme qué es lo que impide que personas adultas y bien formadas, personas con post grados y másters, influencia y cargos políticos ó empresariales importantes, tomen decisiones que puedan reconducir la situación.

Como subraya Al Gore en su libro “Una verdad incómoda” (lectura recomendable para escépticos), es tan crudo lo que nos viene encima que muchos prefieren mirar hacia otro lado, y desentenderse. Lo cierto es que el calentamiento global es ya una realidad. Y quien no lo acepte, que se lo haga mirar. A menudo los locos, los que carecen de sentido común, son los que terminan teniendo razón. Que se lo digan a Al Gore que fue tan duramente criticado y tildado de catastrofista. Pues bien, no se equivocaba.

Sí, vivimos en una zona geográfica bastante estable y segura, la vieja Europa. Pero nadie puede asegurar que, a la larga, se mantenga a salvo. Ahora somos el bote al que miles de refugiados quieren subirse. Pero la pregunta es ¿hasta cuándo? Los científicos nos alertan de que al igual que el Titanic, el planeta se está yendo literalmente a pique. Y ese hundimiento afectará a todos los compartimentos del barco. Y la única diferencia es que el proceso de hundimiento de un planeta es mucho más largo pero no por ello el desenlace será diferente. (El Titánic tardó unas dos horas en sumergirse ¿y nuestro planeta...?).

Cálculos a parte, no quiero dejar de valorar los logros obtenidos por la humanidad que son muchos, lo cierto es que en lo relacionado al planeta seguimos repitiendo los mismos patrones de conducta que propiciaron que aquel gran navío se fuera a pique a principios del SXX. Y me preocupa el destino de los niños nacidos en el siglo XXI. ¿Qué ocurrirá con ellos? ¿Cómo será el planeta dentro de cien años? ¿Será un planeta habitable? Estas y otras dudas, hoy día, no son propias de una mente paranoica, sino propias de una madre más.

Alquilé “Titanic" en el vídeo club, y concluí que verla con niños era un gran temeridad. Se podrían asustar. Me fijé en las diferentes formas de asumir el fin de los personajes.

Los protagonistas luchaban hasta el final, e incluso lograban vivir apasionadamente su historia de amor en medio de aquel terrible caos. Me pareció la actitud más hermosa.

Y permitidme que vaya enlazando algunas reflexiones con una de las entrevistas que más me ha llamado la atención esta semana, la entrevista a la filósofa Vandana Shiva.

Al saberse tocado de muerte, el capitán del barco (Edward John Smith), enmudece y se encierra en el puente a esperar el fin agarrado al timón del barco.

La prepotencia y el orgullo que le habían caracterizado en la primera parte de la película, desaparecen. Se va enajenando. Bajo mi humilde punto de vista, es un ejemplo de porqué el patriarcado está acabando con el planeta, en la negligencia disfrazada de capacidad de algunos de los personajes masculinos del Filme.

Es esa prepotencia, la que nos lleva siempre al desastre. El capitán mantiene una velocidad de veinte dos nudos, aun a sabiendas de que había peligro de Icebergs. Tenía que haber tenido valor para plantarle cara a su jefe (Joseph Bruce Ismay, (director de la compañía White Star Line), quien le presionaba a aumentar la velocidad con el fin de obtener titulares de la prensa neoyorquina, y decirle que estaba loco. Pero no lo hizo, mantuvo esos fatídicos veintidos nudos. Sin embargo que no abandonara el barco se interpretó como una muestra de heroísmo, y sus paisanos construyeron una estatua en su honor.

Encima, resulta que los vigías confirmaron que no tenían prismáticos, y aunque el mar estaba en calma, la noche era oscura, casi sin luna, así que se encontraron con el iceberg a escasos 500 metros. No hubo tiempo para maniobrar.

Se percatan de que el barco se hundirá irremediablemente, sigamos reflexionando sobre algunas reacciones.

Ya hemos hablado del capitán y de que no vuelve a pronunciar palabra. Ni siquiera cuando minutos antes del hundimiento, una joven madre con un bebé en brazos le pregunta: –Capitán, ¿hacia dónde debo dirigirme? A mi entender, uno de los momentos más crudos del filme. El ingeniero de la nave se sirve una copa y no hace nada ni por salvarse, ni por salvar a nadie.

Joseph Bruce Ismay, presidente de la naviera, sobrevivió y fue juzgado aunque no llegó a asumir responsabilidades. La película le retrata como a un cobarde que termina en uno de los botes destinado a mujeres y a niños. Este fue uno de los supervivientes más criticado porque presionó al capitán a que aumentara la velocidad.

En contraposición, los músicos no dejan de tocar hasta que se apaga la luz y el navío se parte en dos.

La música es, a mi entender, una profesión que tiene parte de terapia personal y parte de servicio a los demás, y a menudo, amansa a la fiera que todos llevamos dentro. A pesar de ello, parece ser que algunos testimonios apuntan a que la música confundió a muchos pasajeros que no se percataron de la gravedad de la situación hasta demasiado tarde.

Uno de los oficiales de la tripulación, que sólo se limitaba cumplir las órdenes, pierde el control y le pega un tiro a un joven de tercera clase que quiere acceder a un bote salvavidas. Luego saluda al estilo militar, y se suicida. Es curioso que cuando las cosas se ponen feas muchos toman el camino corto, se suicidan y dejan a las mujeres y a los niños a su libre albedrío. ¿Es cosa de James Cameron, el director del Filme, o fue realmente así? (No quiero juzgarlo, sólo remarcarlo).

Desde el principio a los pasajeros de tercera clase se les niega el acceso a los botes salvavidas destinados únicamente a los pasajeros de primera. El 75 por cien de los pasajeros de tercera perecieron. No pude evitar establecer un paralelismo entre los pasajeros de tercera clase de principios del siglo XX (el hundimiento se produjo el 15 de abril de 1912) y los refugiados Sirios del siglo XXI a los que hemos cerrado nuestras fronteras deliberadamente. Los pasajeros de primera clase actúan como auténticos necios. Por miedo se niegan a rescatar a los cientos de pasajeros que terminan falleciendo de hipotermia en las gélidas aguas del atlántico norte. Hubo 1512 personas muertas, y sólo 705 supervivientes. Algunos de los botes salvavidas iban a un setenta por ciento de su capacidad. Se podían haber salvado muchas más personas.

La crisis de refugiados y la manera en que Europa les ha girado la cara nos demuestra dos cosas. Que el mundo, en esencia, a penas ha cambiado. No hemos logrado superar las clases sociales aunque a veces nos vanagloriemos de lo contrario. Siguen existiendo pasajeros de primera, de segunda y de tercera clase. La segunda cosa es que podemos hacernos una ligera idea de cómo será nuestro planeta en cien años. Si ahora somos incapaces de solucionar esta crisi humanitaria, ahora que aun tenemos medios a nuestro alcance, imaginad con el doble o triple de desplazados medioambientales, y con muchos menos recursos.

Dicen que la única oportunidad de supervivencia que tiene la humanidad radica en la conquista del espacio. El desarrollo de la ciencia y la tecnología se dirige hacia ello. A la creación de robots que puedan viajar a otros planetas donde asentarse en el futuro.

Es dantesco que la única esperanza de la humanidad sea salir del planeta que la ha creado. ¿No hubiera sido más fácil cuidar del barco, y no forzarlo tanto?

Aun estamos a tiempo de renunciar a un capitalismo depredador en aras de un capitalismo sostenible y consciente. Y aquí vuelvo a enlazar con la entrevista de la filósofa hindú, ella sostiene que el sistema patriarcal capitalista es tan culpable de la crisis medioambiental, como de la crisis socioeconómica. Me pregunto, si ya lo sabemos, si llevan años advirtiéndonos de ello, ¿porqué no nos proponemos cambiarlo? Creo que la mujer debe despertar su vertiente más revolucionaria y dejar atrás actitudes pasivas. Esa manera de comportamineto propia del principios del siglo XX también quedaba reflejada en la película. Afortunadamente la mujer ha evolucionado mucho en un siglo, se ha independizado del hombre y cobrado confianza en ella misma. Las madres y las abuelas sostienen la familia y dan valor a la sociedad. Cada vez hay más mujeres en puestos de responsabilidad pero aun son minoría. Necesitamos hombres que sepan apreciar el valor de lo femenino. Dejar de competir y potenciarse mutuamente es, sin duda, la mejor opción posible.

Volviendo a Nilo, y teniendo en cuenta la complejidad del mundo en el que vivimos, ¿debería incitarlo a ser soldado antes que pintor? Yo preferiría que fuera pintor.

Los científicos han hallado dos nuevos planetas en los que podría haber vida. Pero me pregunto si eso no se tornará una excusa para terminar de destrozar el planeta en el que vivimos con más rapidez. Como hay más...Y en caso, en el caso de poder llegar a habitar esos dos planetas, ¿nos comportaríamos de la misma forma? Lo siento pero creo que habrá que hacer los deberes en la Tierra.

A todos nos llenaría de esperanza ver a los dirigentes mundiales tomando medidas reales para salvar el planeta y rescatar a su gente pero me temo que el cambio, como siempre, vendrá de nosotros. No podemos esperar que sean ellos quienes nos salven porque en definitiva, son pasajeros de primera clase y aunque algunos tienen buena voluntad y hacen lo que pueden, a menudo no se enteran de nada.

Seremos nosotros y nosotras, la gente de a pie quienes transformemos nuestro destino. Ayudando a las ONGS, creando una economía más sostenible y suavizando, en definitiva, nuestra huella medioambiental.

Hay que dejar atrás ese capitalismo desaforado y abogar por un sistema más ecológico y sostenible.

Y con esto acabo, aunque no pondría la mano en el fuego por ella porque luego, se instalan en la casa blanca y se vuelven blandengues, pero apuesto por Hillary Clinton y espero que pronto todos veamos a la primera presidenta de los EEUU en acción, y no al trimillonario y xenófobo Donald Trump. Este personajillo supondría el fin de las buenas intenciones americanas, que aunque sepan a poco son mejor que nada, y la aceleración del hundimiento de nuestro mundo.