Se nos fue una musa

Nos cruzamos en una ocasión, en una fiesta que la revista "Rolling Stone" celebró en Madrid. En aquel entonces ibas de la mano de tu marido, Diego Postigo, y yo del mío, también músico. Nos miramos, y pensé que eras muy alta y hermosa. Llevabas el pelo teñido de negro o de rojo, ahora no me acuerdo bien. Lo cierto es que a pesar de saber que hacías música, yo te conocía como modelo. Te confieso que nunca llegué a escuchar a "The Cabriolets", ni tampoco vi ninguno de tus vídeos. En cambio, ahora los he visto todos. Como muchas otras personas, estoy componiendo el puzle de tu vida y de tu obra desde que te fueras el pasado lunes.

Cada día mueren cientos de personas víctimas del cáncer, niños y niñas, jóvenes y no tan jóvenes. Tú tuviste el valor de luchar por ellos, de poner tu granito de arena para acabar y concienciar al mundo de esta terrible enfermedad, y esa generosidad es una de las razones por las que tu ida me ha roto el corazón.

Tal vez sea porque, como tú, soy madre, y como tantas madres tengo que hacerme mamografías cada seis meses, y siempre ando con el miedo en el cuerpo. Y aunque los cuarenta son liberadores en muchos aspectos, ni de lejos me siento preparada para morir. ¿Quién lo está alguna vez?

Estos días he descubierto que eras una musa, y las musas no son personas del todo normales. Son de carne y hueso, de eso no hay duda. Pero tenéis una capacidad sobrenatural para inspirar y despertar un interés extraordinario en quienes os descubren. Tú desprendes ese halo de encanto en todo lo que haces, y conviertes en magia todo lo que tocas.

Las musas emocionan y también rompen moldes, y cuando se van dejan la tierra un poco más oscura de lo que era, pero en realidad nunca mueren porque sobreviven en la memoria.

En estos días de temperaturas siberianas y tristezas teñidas de alegría te escuchamos cantar junto a tu hija Dora, como dos amigas que comparten. Reconocimos la luz y la sensualidad que emanan tus fotos, y nos emocionamos al saber que quisiste morir discretamente, casi sin hacer ruido, y que pediste a los tuyos que no se dejaran llevar por la tristeza; un deseo que a mi humilde parecer es propio de una heroína. Aunque personalmente pienso que pusiste el listón muy alto porque vamos a tener que llorarte y mucho para poder superar tu inesperada partida.

Inspiradora también tu relación con Charlie Centa, tu ángel, tu gran apoyo y compañero hasta el final, y con quien pusiste en práctica la mejor de todas las filosofías: la de vivir el presente. Cuánta emoción, belleza, amistad y amor han rodeado tu vida y, cómo no, también tu partida, Bimba. No podía teñirse de negro por culpa de los malditos trolls de internet que se atreven a escribir cualquier blasfemia desde la soledad de sus casas o desde la suciedad de sus mentes. Nunca podrán entenderte porque tu luz les pone en evidencia, y ellos detestan sentirse pequeños.

Querida Bambina, querida Bimba, ojalá vueles muy, muy lejos, y te conviertas en estrella, o mejor quédate cerquita y sigue iluminándonos desde los árboles, desde los ríos, desde las flores o a través de tus hijas.

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