El síndrome respiratorio agudo producido por el Coronavirus-2 es una pandemia global que ha impactado ya en una parte considerable de nuestra población. El grado de afectación es variable según las personas y una gran mayoría de los contagiados son asintomáticos. No obstante, el 14% de los individuos infectados padece una enfermedad de cierta gravedad [...]Leer más...

El síndrome respiratorio agudo producido por el Coronavirus-2 es una pandemia global que ha impactado ya en una parte considerable de nuestra población. El grado de afectación es variable según las personas y una gran mayoría de los contagiados son asintomáticos. No obstante, el 14% de los individuos infectados padece una enfermedad de cierta gravedad por lo que requiere tratamiento y eventualmente hospitalización y hasta un 5% llega a precisar cuidados intensivos. Hay personas que además sufren daños orgánicos irreversibles, e incluso mortalidad directa.

Pero, cuando describimos los efectos de la pandemia de covid-19, no podemos quedarnos en sus «efectos directos». Hay que considerar otras consecuencias de tipo indirecto, con un importante impacto social, que se manifiestan bajo la forma de mortalidad adicional y sufrimiento. Entre ellas hemos de considerar la sobrecarga de nuestro sistema sanitario, que se ve forzado a «postergar el tratamiento» de otras patologías, y una tremenda crisis económica, subsecuente a las medidas de reducción de movilidad personal, orientadas a reducir la transmisión del virus.

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Lo descrito hasta el momento nos permite hacernos una idea global de la repercusión del problema, pero hemos de añadir que aún estamos descubriendo las importantes secuelas orgánicas en los pacientes graves curados, y los no menos importantes problemas psicológicos generados, tanto por la enfermedad como por el aislamiento, que afecta incluso a la población no infectada por el virus. Sabemos poco de los factores de riesgo que predisponen al paciente infectado a desarrollar una forma grave de la COVID-19, pero el efecto nocivo de padecer previamente algunas enfermedades generales ya ha sido detectado, como ocurre en los pacientes con hipertensión, diabetes, enfermedades coronarias y obesidad, sin olvidar nunca que la severidad es mayor en pacientes de edad avanzada.

Dentro de las enfermedades orales hemos de tener en cuenta a la periodontitis, especialmente en sus formas más graves, que no sólo guarda una estrecha relación con la diabetes, la obesidad, la patología cardiovascular, y además aumenta también con la edad; sino que por añadidura genera un estado reactivo de inflamación general crónico de nuestro medio interno, que podría suponer un riesgo mayor de desarrollar una Covid-19 más severa.

Pero, además, la cavidad oral en si misma puede suponer una puerta de entrada que facilite la infección del SARS-CoV-2 y al mismo tiempo ser un reservorio para el virus, que facilite su transmisión. Los virus necesitan entrar en las células humanas para producir la infección y replicarse, y para ello usan unas «puertas de entrada» en la membrana celular, que en el caso del CoV-2 son los receptores ACE2, que son muy abundantes en la mucosa oral, y especialmente en la lengua y glándulas salivales.

Esto convierte a nuestra boca en un lugar de recepción preferente para el virus, lo que se confirma cuando en los primeros 10 días el paciente infectado acumula virus en su mucosa nasal, oral y faríngea.

Hay que tener en cuenta, además, que esa carga viral en esta fase está muy relacionada con la gravedad de la enfermedad que el paciente va a sufrir. Adicionalmente, en estos primeros diez días tras la infección el paciente es asintomático pero altamente contagioso, y las gotas de saliva infectadas son una de las rutas de transmisión más relevante. Por todas estas razones sería muy conveniente reducir la carga viral en la boca de los pacientes para intentar reducir el riesgo de que éstos sufran enfermedades más graves, así como para disminuir la transmisibilidad.

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A estas alturas todos conocemos las medidas de uso masivo de los famosos geles hidro-alcohólicos para desinfectar las manos y el etanol al 70% como desinfectantes de superficies, sin embargo, desinfectar la boca parece un poco más complicado.

No obstante, esta es una vía de investigación muy prometedora y ya hay evidencia, «in vitro», de que realizar enjuagues, durante un tiempo limitado, con povidona iodada o cloruro de cetilpiridinio con clorhexidina pueden ser usados para reducir la carga viral oral de los pacientes; existiendo en la actualidad colutorios de uso comercial con estos componentes que los dentistas manejan habitualmente en su arsenal terapéutico.

En resumen, la boca puede ser una puerta importante de entrada y salida del SARs-CoV-2 de nuestro organismo, y padecer una periodontitis avanzada nos puede predisponer a padecer formas más graves de Covid-19. Por ello puede ser beneficioso reducir la carga viral bucal de los pacientes y diagnosticar y tratar la periodontitis.