La Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), es una enfermedad neurodegenerativa y, desgraciadamente, letal. Se caracteriza por la pérdida progresiva de las neuronas motoras de la médula espinal y de la corteza cerebral.

La Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que la ELA tiene una incidencia en España de 1 a 2 casos nuevos casos por cada 100.000 habitantes al año, lo que significa que, cada año, alrededor de 700 personas comenzarán a desarrollar los primeros síntomas de esta enfermedad.

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Esta alta incidencia convierte a la ELA en la enfermedad neuromuscular más frecuente, así como en la tercera enfermedad neurodegenerativa más común (después del Alzheimer y del Parkinson) de nuestro país, a pesar de que por su alta mortalidad el número de personas que actualmente en España padecen ELA sea de alrededor de 3.000.

La mayor parte de los pacientes fallecen en los 3-5 años siguientes al inicio de la enfermedad, principalmente por fallo respiratorio.

“En los últimos años se ha producido una mejora de los tratamientos sintomáticos, así como en los tiempos de diagnóstico, por lo que se ha conseguido mejorar temporalmente la calidad de vida de muchos pacientes. Pero, aun así, puesto que no existe un tratamiento curativo, en un corto plazo los pacientes pasarán de una situación de normalidad a una de dependencia completa», explica el doctor Horga.

«Se trata por lo tanto de una enfermedad que conlleva una gran dependencia y que por lo tanto no es de extrañar que figure entre las principales causas de discapacidad según la última Encuesta del INE”, cuenta el experto.

La edad media de inicio de la ELA se encuentra entre los 60-69 años, y la incidencia en los varones es ligeramente superior a la de las mujeres.

Esto se traduce, además, en que en más del 50% de los casos afecta a personas en edad laboral, plenamente productivas, lo que hace que el impacto sociosanitario de esta enfermedad sea aún mayor.

La discapacidad que genera la ELA no solo es debida a la grave afectación muscular que provoca la paralización progresiva del paciente hasta su parálisis completa, sino también al hecho de que en más de un 50% de los casos los pacientes muestran rasgos de disfunción disejecutiva (alteraciones de la comunicación o la personalidad).

Además, entre un 5 y un 10% de los pacientes presentan una demencia asociada que puede preceder, aparecer simultáneamente o posteriormente al inicio de la ELA.

También estos pacientes sufren unas tasas de ansiedad (30%) y de depresión (44%) muy por encima de las que presenta la población general.

«Es, por lo tanto, una patológica compleja que requiere de un abordaje multidisciplinar y de una alta especialización. La sanidad pública dispone de medios para la atención de estos pacientes con la puesta en marcha durante los últimos años de Unidades Multidisciplinares para el manejo de pacientes con ELA, presentes en la mayoría de las autonomías» explica el experto en neurología.

En estas unidades también se genera investigación y se realizan ensayos clínicos internacionales, pero aún son insuficientes. Por esa razón desde hace años, los expertos recomiendan que exista al menos una unidad especializada por cada millón de habitantes y que todos los hospitales de referencia dispongan de una.

Tipos de ELA

La Sociedad Española de Neurología divide los tipos de esclerosis lateral amiotrófica en dos, en función de la región en la que comienzan a aparecer los síntomas de la enfermedad:

Según los datos de la Fundación Francisco Luzón este tipo de ELA representa el 65 % a 70 % de los casos y la media de edad de aparición está entre los 58 y los 63 años.

Investigación sobre sus causas y tratamientos

La investigación es también, sin duda, uno de los aspectos en los que se necesita mejorar, no solo en la búsqueda de tratamientos más efectivos, sino en conseguir avances en el conocimiento de esta enfermedad.

Hasta el momento no se conocen las causas de la ELA. Los expertos coinciden que en su aparición confluyen causas tanto genéticas como ambientales.

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Así, sólo en un 10% de los casos el paciente ha tenido familiares de primer o segundo grado con la misma enfermedad. En el 90% restante no se identifican antecedentes familiares y tampoco se ha podido establecer con claridad cuáles son los factores de riesgo.

Si bien algunos estudios apuntan a que puede deberse a una enfermedad multifactorial en el haber padecido ciertas infecciones, haber estado expuesto al tabaco o a materiales pesados y/o pesticidas o haber realizado actividades físicas intensas de forma continuada puede influir en su aparición, ser hombre y tener más de 60 años son los únicos factores de riesgo que se han podido establecer con claridad.

ELA y Covid-19

Ya antes se señalaba que la principal causa de muerte de los pacientes con ELA son las complicaciones respiratorias, por lo que se trata de una población en riesgo de mortalidad por COVID-19, así como un grupo especialmente vulnerable dadas las consecuencias que el distanciamiento social puede tener en su cuidado diario.

Aunque aún no existen datos sobre el impacto que ha podido tener la COVID-19 en los pacientes españoles, un informe que recientemente se ha publicado en la revista Neurología entre un grupo de pacientes de Cataluña apunta a que las personas con ELA no solo han tenido problemas a la hora de contactar con los profesionales médicos, sino también a la hora de mantener a su cuidador, algo especialmente importante a nivel emocional y organizativo.

Puesto que en España la gran mayoría de los pacientes con ELA tienen más de 60 años, es de esperar que un gran porcentaje de estas personas ya hayan completado la pauta de vacunación contra la Covid-19.

En caso de que aún no se haya realizado, desde la SEN se recomienda la vacunación tanto a pacientes como a sus cuidadores.

Además, los estudios que se han publicado hasta la fecha no sugieren que la ELA aumente el riesgo de efectos secundarios de las vacunas y puesto que los tratamientos no involucran al sistema inmunológico, no deberían afectar a la efectividad de la misma.