Un nuevo estudio ofrece una singular visión de cómo las células humanas se defienden de las infecciones.

Y es que han descubierto que una proteína abundante en el cuerpo ataca a las bacterias como un detergente ataca a una mancha.

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De este sorprendente hallazgo informan en la revista Science los investigadores del Instituto Médico Howard Hughes, en Estados Unidos.

Un «limpiador» muy eficaz

Cuando se trata de defender el cuerpo humano, todos sabemos que las células que se activan son las del sistema inmunitario.

Sin embargo, estas señales de alarma también pueden movilizar a otras células no inmunitarias, como ocurre en este innovador estudio.

Los investigadores del Howard Hughes infectaron algunas de estas células no inmunes con una bacteria de Salmonella, un microorganismo causante de intoxicaciones alimentarias.

El equipo descubrió que esta amenaza aumentó la producción de proteínas en las células no inmunitarias, pero no sabían cuáles de ellas acudirían al rescate.

Así, investigaron más de 19.000 tipos de estas moléculas en la búsqueda de aquellas proteínas que proporcionaran protección ante el avance de la bacteria.

Este exhaustivo trabajo llevo a los expertos a descubrir la APOL3, un prótido que frustra las infecciones disolviendo las membranas bacterianas.

Al igual que un detergente, APOL3 posee partes que atraen el agua y otras que atraen la grasa.

Solo que, en lugar de eliminar la suciedad, estos componentes eliminan la membrana interna de la bacteria, compuesta por lípidos o moléculas grasientas.

Gracias a la microscopía de alta resolución, entre otras técnicas, el equipo pudo descifrar el fascinante mecanismo al completo.

Y es que la APOL3 no actúa sola, tiene la ayuda de una segunda molécula: GBP1, que pertenece a la superfamilia de las GTPasas, unas proteínas que cumplen diversas funciones biológicas.

La molécula ayudante de nuestra protagonista tiene una función esencial al dañar la membrana externa de la bacteria.

Este acto es lo que permite el paso de la APOL3 para que pueda romper la membrana interna, el golpe final que mata al organismo dañino.

Un proceso milimétrico

Esta gran proteína se encuentra en el interior de muchas células y en diversos tejidos corporales, por lo que los científicos creen que podría ofrecer una amplia protección.

Sin embargo, el equipo de investigadores logró demostrar que este prótido defiende en mayor medida a las células de los vasos sanguíneos y del intestino.

La razón es sencilla: la APOL3 se encuentra de una forma más abundante en estos dos lugares del cuerpo humano.

Por ello, ante la infección de Salmonella, que ataca al aparato intestinal, esta proteína fue la que consiguió destruir la infección.

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Al mismo tiempo, desde el Howard Hughes descubrieron que la APOL3 se dirige exclusivamente a los lípidos que forman parte de las bacterias.

Este dato es muy relevante, puesto que se confirma que esta proteína evita atacar las membranas de la propia célula humana.

Así, por ejemplo, han certificado que no arremete contra el colesterol, un lípido esencial para el funcionamiento normal del organismo.

¿Y si todas las células pueden ayudar al sistema inmunitario?

El descubrimiento de la novedosa función de esta proteína «detergente», es una prueba más de algo que los investigadores llevan años persiguiendo.

Y es que los científicos creen que no solo las células que todos conocemos como inmunes pueden ayudar ante cualquier tipo de infección que invada a las células humanas.

Este grupo de científicos afirma que, este estudio, es una prueba más que demuestra que cualquier célula del cuerpo puede formar parte del sistema inmunitario.

Ya sea perforando, envenenando o matando de hambre a un patógeno, el sistema inmunitario ha desarrollado varios métodos para matar a las células amenazantes.

Y ahora, el APOL3 se une a este grupo de mecanismos para hacernos más resistentes ante cualquier amenaza dañina.

Los investigadores manifiestan que aun están muy lejos de poder aplicar este descubrimiento a las terapias actuales contra las infecciones.

Sin embargo, creen que es un comienzo que proporciona nuevas herramientas contra los microbios, que cada vez se hacen más resistentes a los antibióticos.