No hay una respuesta fácil ni cómoda al enorme desafío que supone el cambio climático, pero sí opciones sensatas para combatirlo y las debemos adoptar de forma conjunta, rigurosa y ambiciosa. Estos días España acoge la cumbre climática de Naciones Unidas (COP25), una cita de relevancia internacional que evidencia que este reto está reconocido como un problema global que no puede resolver por su cuenta un único actor.

Aunque todavía existen voces que, por extravagancia o por ignorancia, niegan la importancia del problema, afortunadamente hoy la sensibilización social lo ha ubicado de manera irreversible en la agenda internacional. Y es que la realidad del cambio climático es cada vez más palpable: los últimos cuatro años han sido los más calurosos de cuantos se han podido registrar en la historia del planeta,el nivel del mar continúa aumentando y se espera que también lo haga el número de desastres naturales en Europa.

Necesitamos una estrategia de mitigación y lucha contra el cambio climático. Se trata de una tarea compleja que no debe despacharse con consignas ideológicas, electoralismo ni demagogias. Frente a aquellas voces carentes de rigor histórico y científico que propugnan que nuestro orden liberal es incompatible con la sostenibilidad medioambiental y frente a aquellos que dan la espalda a los hechos y niegan la mayor, los liberales creemos que hay alternativas, que debemos reconocer y diagnosticar la labor que tenemos enfrente con el compromiso de desterrar la batalla partidista y acometer las medidas para garantizar un desarrollo sostenible.

Hay que apostar por soluciones reales ante este desafío mundial. Urge multiplicar la inversión en I+D, dedicar más recursos a investigar energías renovables o en medios de transporte no contaminantes, incentivar ese transporte sin emisiones, implementar un plan de reforestación y otro de economía circular que limite los plásticos de un solo uso, aprobar programas de eficiencia energética para la rehabilitación de edificios... Europa y España pueden y deben convertirse en proveedores de tecnología e innovación, generando un liderazgo no sólo para descarbonizar sus propias economías, sino también para ayudar a que el resto del mundo se beneficie de ese progreso.

El reto es mayúsculo, pero no más que otros que hemos afrontado y superado en el pasado. Las generaciones de nuestros padres y abuelos supieron construir la Unión Europea y convertir un continente de sangre y guerra en uno de paz y progreso. Juntos hemos dejado atrás una historia de enfrentamientos para hermanarnos en torno a un proyecto común de libertad e igualdad. Y de la misma manera podemos ahora hacer frente al desafío que supone el cambio climático, neutralizarlo y legar a nuestros hijos y nietos un mundo mejor que el que nos encontramos.