Corría mayo de 1994. Un pequeño grupo de locos adoradores de la pelota naranja creaban un club llamado Club Baloncesto Lucentum-Alicante, y la leyenda del baloncesto de élite daba sus primeros pasos en la ciudad empezando por la liga EBA.

Un año mágico llevó al equipo novel a las puertas de la máxima categoría nacional, y, pese a que el equipo elegido para saborear las mieles de la ACB esa temporada fue el Gijón, el conjunto alicantino ofreció los primeros síntomas de su insaciable afán por competir entre los mejores.

La reestructuración de las categorías del baloncesto nacional a cargo de la FEB llevó al Lucentum a la liga LEB, donde permanecería cuatro años, hasta aquel inolvidable partido de junio de 2000. Seis años después de la fundación del equipo, una plantilla legendaria integrada, entre otros, por el incombustible Guillermo Rejón o un jovencísimo José Manuel Calderón, eliminaba al Caprabo Lleida y ascendía a la liga ACB. Los que ya en aquel entonces seguíamos al conjunto de nuestra ciudad mantendremos vivo en nuestro recuerdo aquel partido en el que el espíritu de Ray Allen decidió acudir desde la lejana NBA y abandonar Seattle momentáneamente para reencarnarse en David Gil, una muñeca prodigiosa que anotó con mecánica precisión un triple tras otro, para regocijo y delirio de la parroquia blanquiazul. Además, el Lucentum conseguía el primer trofeo de la historia del club al proclamarse campeón de la Liga LEB.

Con el objetivo cumplido, el recién renombrado (por cuestiones de patrocinio) Proaguas Costablanca acudía a la ACB con toda la ilusión, ese cargamento de deseos que sólo un recién ascendido, un novato en la categoría, puede mantener. Vana esperanza: víctima de la escasez económica y con una plantilla que no alcanzaba el nivel de la máxima competición, el equipo descendía al final del curso.

La temporada 2001-2002 empieza con una plantilla sobrecargada de talento. Como muestra, un botón: en el puesto de playmaker de los lucentinos encontramos a David Gil y Pablo Prigioni, que llega desde Fuenlabrada. Con un equipo compensado y un alto nivel de motivación, el club vuelve a ascender con un excelente balance de 20-10. Además, obtiene por segunda vez el título de campeón de la liga LEB, y añade a sus vitrinas su primera Copa Príncipe.

Las siguientes temporadas son un auténtico vaivén, una buena muestra de un equipo que siempre ha tenido la capacidad de dar la sorpresa, la habilidad de sacar fuerzas de flaqueza para lograr hacer lo inesperado. Una plantilla increíble, que incluía enormes jugadores como Perasovic, Prigioni o Lou Roe, y a la que se añadía el talento defensivo y la constancia de Oriol Junyent (el cántico "Uri, uri" ha seguido resonando de vez en cuando por el Centro de Tecnificación cada vez que el catalán ha vuelto con otro equipo), "Supermario" Stojic o Víctor Baldo.

Pese a la gran calidad de la plantilla, la entrada del Lucentum en el play-off por el título se sigue considerando una de las grandes gestas en la historia de este equipo. Eliminados en cuartos por el Barcelona, al año siguiente se realizó una discreta temporada 2003-2004, aunque ésta también se puede considerar histórica al ser la primera en la que el equipo disputó competición internacional (Copa ULEB).

Al siguiente intento, sin embargo, salta una nueva sorpresa desde Alicante: el Lucentum ganaba 11 de sus primeros 12 partidos y se colocaba como líder en solitario de la ACB. Por primera vez el equipo se clasificaba para la Copa del Rey, donde fue apeado en cuartos por el Unicaja en Zaragoza. El increíble balance de 23-11 para el equipo alicantino no sirvió para lograr pasar de ronda en su lucha por el título, al ser eliminados una vez más en cuartos de final.

Siempre ha dado la impresión de que el Lucentum puede llevar a cabo gestas sorprendentes, pero que éstas tienen un precio. Su buena actuación la temporada previa le valió la entrada, una vez más, en la segunda competición continental, pero el desgaste económico y físico que esto supuso lastró al equipo, que acabó descendiendo al año siguiente tras una temporada 2006-2007 muy irregular.

Después, el club armó un conjunto para aspirar seriamente al ascenso, algo que resultó truncado por una derrota por un solo punto ante el Tenerife Rural.

La temporada 2007-2008 daba paso a la 2008-2009, y el Lucentum se proclamaba campeón, una vez más, de la Copa Príncipe. Este trofeo ha resultado completamente fetiche para el club blanquiazul, hasta el punto de que cada vez que lo ha ganado, el mismo año ha obtenido el ascenso. Un extraordinario balance de 25-9 sirvió a los alicantinos para regresar a la ACB.

Dos temporadas sobreviviendo, la segunda de ellas con el descenso al filo de la navaja y el corazón en la boca al borde del infarto, dieron paso a una nueva actuación vibrante durante la pasada campaña, donde el equipo se sobrepuso a los gravísimos problemas económicos que acuciaban al club y se abrió paso nuevamente hasta los play-off por la Copa y por el título. Guiados por el pundonor y la clase de Pedro Llompart y Kaloyan Ivanov, el Lucentum daba una sorpresa tras otra. Una nueva muestra del espíritu de unos colores que siempre han sido capaces de alzarse pese a los inconvenientes e impedimentos.

Desgraciadamente, la situación financiera del club no estuvo a la altura de su excelente rendimiento deportivo, y el club tuvo que vender su plaza de ACB al CB Canarias para evitar la desaparición de la entidad. Un mero parche, ya que los problemas de patrocinio seguían ahí: el equipo no podía mantener su nivel de vida. Una irónica metáfora de los problemas estructurales que han aquejado a un importante sector de la población española con la llegada de la crisis.

Pese a ello, una vez más se consiguió montar un equipo de garantías, que obtuvo de nuevo el ascenso frente a una memorable serie final a cinco partidos ante el Andorra. El último título de un equipo que perece víctima de una gestión, como mínimo, discutible, y de una incapacidad manifiesta a la hora de encontrar un patrocinador dispuesto a rellenar los numerosos agujeros de un club que ha nadado, bogado y sobrevivido para acabar, como Leonardo Di Caprio en Titanic, aferrado a una tabla de salvación que, más que real, era hipotética, y que ha culminado con el conjunto alicantino buscando, pesadamente, el fondo del Atlántico.

Seguidores del Lucentum, aficionados orgullosos de lo que ha sido nuestro equipo, quitémonos el sombrero y llevémoslo a nuestro corazón mientras murmuramos, calladamente, una oración por el alma de un club que nos ha dado un enorme número de alegrías, siempre conducido por este intenso, excitante e imprevisible juego que es el baloncesto.

Mientras tanto, recordaremos con cariño los exóticos peinados de Lucio Angulo, la electricidad de Pablo Prigioni, la capacidad ofensiva de Lou Roe, la fidelidad de Guillermo Rejón, la clase de Nacho Rodríguez, la puntería de David Gil, el efímero paso de jugadores como Erdan Erdogan, Mario Austin o Kyle Singler y el silencio en todo el estadio cuando Kaloyan Ivanov acudía a la línea de tiros libres, la longevidad de Larry Lewis o las canastas salvadoras de su "hermano" Quincy. Son recuerdos imborrables que nos acompañarán en el duro camino hasta que el sucesor del Lucentum nos lleve una vez más, cogidos de la mano, hasta la ACB.