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Un año de pandemia en Sanidad: 900 camas y 3.200 trabajadores más en los hospitales de la provincia

Por vez primera, los centros sanitarios se han dedicado solo a una enfermedad. La telemedicina ha llegado para quedarse. Las operaciones canceladas traerán un agravamiento de otras dolencias

Vista del Hospital General de Alicante y del hospital de campaña. RAFA ARJONES

Hace un año los hospitales de la provincia apenas tenían unas decenas de pacientes con covid, ninguno de ellos en la UCI. No obstante, las alarmas ya habían saltado porque el ritmo de ingresos iba en aumento cada día. El covid ya dejaba de parecerse a una gripe que afectaba más a los ancianos y los médicos veían impotentes cómo algunos de sus pacientes de mediana edad y sin enfermedades previas empeoraban en pocas horas y morían. Los propios sanitarios también comenzaban a contagiarse sin que el material de protección fuera el adecuado ni el suficiente para todos.

Empezaba la pesadilla para un sistema sanitario que llegaba herido tras años de recortes. En este año de pandemia, el covid ha dejado tres olas, la última la peor para la provincia de Alicante, de la que está ya se saliendo.

En esta tercera embestida del virus los hospitales han tenido que crecer hasta límites impensables para hacer frente a la avalancha de pacientes. Se han duplicado las camas de críticos, al pasar de 200 a 420 en el peor momento de la tercera ola. También hubo que improvisar 700 camas de ingreso en espacios tan insólitos como lucernarios, gimnasios, capillas o cafeterías. El hospital de campaña, levantado al final de la primera ola y con capacidad para 240 camas, también ha sido necesario ponerlo en funcionamiento el pasado mes de enero. En cuanto al personal, los 3.253 contratos que ha hecho Sanidad en la provincia de Alicante no han sido suficientes para paliar la falta de manos para atender a los enfermos. Las bolsas de empleo están vacías y no hay manera de encontrar médicos y enfermeros disponibles para trabajar.

«Cada día ha habido que resolver dos o tres crisis y tomar medidas urgentes. Los planes de contingencia se han ido quedando cortos y sólo gracias a que todo el hospital se ha volcado en la pandemia ha sido más fácil llevarlo», explica Joaquín Portilla, jefe de servicio de Medicina Interna del Hospital General de Alicante. Y es que por vez primera, como destaca Rosario Sánchez, jefa de Sección de Medicina Interna en el mismo centro sanitario, hemos visto «cómo los hospitales dejaban de estar estructurados por procesos para dedicarse monográficamente al covid». Médicos de todas las especialidades se han puesto a atender a enfermos de coronavirus e incluso a hacer rastreos.

Si algo tiene de positivo que la provincia haya sufrido con mayor intensidad la pandemia casi un año después de que esta comenzase, es que la primera y la segunda ola nos sirvieron de banco de pruebas. «En la primera ola hubo que adaptarse rápidamente, se formaron equipos covid , lo que permitió que la segunda y tercera ola nos cogieran con una estructura más formada y un mejor conocimiento de la enfermedad», señala Esperanza Merino, jefa de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital General de Alicante.

Al margen de la implicación del personal y del aumento de recursos, este año también ha servido para sacar a la luz todas las debilidades que tenía nuestro sistema sanitario, sobre todo en cuanto a recursos y personal. «El sistema que teníamos no era tan bueno como nos pensábamos, por eso es importante que todo lo que se ha conseguido en esta pandemia se quede, porque no podemos volver a cometer los mismos errores», señala Portilla. Este especialista llama, en este sentido, a no bajar la guardia, «a no caer en la autocomplacencia de que hemos vencido al virus, porque éste ha venido para quedarse».

Tampoco debe descuidarse la inversión en ciencia. «Llevamos 35 años trabajando en las vacunas de ARN mensajero y gracias esa investigación en menos de un año de pandemia hemos tenido vacunas muy eficaces frente al covid», señala Joan Gil, jefe del servicio de Neumología del Hospital General de Alicante.

Los daños indirectos

Un año y tres olas de pandemia han provocado que hospitales y centros de salud hayan dejado de operar y de atender con normalidad a los pacientes. El efecto de lo que se ha dejado de hacer no tardará en llegar. «La falta de control sobre los diabéticos, por ejemplo, va a tener un impacto en órganos como los ojos, el riñón o el cerebro, con un aumento de casos de infarto o de ictus», advierte María Ángeles Medina, presidenta de la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria. Esta profesional rescata el término de sindemia para hablar de una pandemia, la del covid, que trasciende a la salud y «que tiene consecuencias económicas y sociales». También Medina llama a que de esta pandemia salga una Atención Primaria más reforzada, «porque antes de que esto nos llegara ya era el talón de Aquiles de la Sanidad».

Una Atención Primaria que aprenderá a convivir con la telemedicina, impuesta a marchas forzadas en esta pandemia. «La buena telemedicina ha llegado para quedarse», indica Medina, quien añade que «tienen que ser consultas efectivas, con agendas específicas, las herramientas adecuadas y una buena interrelación con la historia clínica del paciente».

De una simple gripe al caos

Un año de pandemia también ha permitido conocer mejor a un enemigo, el SARS-CoV-2, al que en un principio no se tomó muy en serio. «Es como una gripe, solo que un poco más fuerte». Las semanas previas a la pandemia estuvieron marcadas por el desconocimiento al virus y a sus consecuencias. Enseguida se vio que la cosa era más seria de lo que en un principio parecía. «La velocidad con la que se iban desencadenando los síntomas, la falta de oxígeno en los pacientes y la ausencia de respuesta a los tratamientos era algo nuevo para nosotros», recuerda Francisco Jover, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital de Sant Joan. Esa primera ola, Jover la recuerda como la búsqueda de lo imposible. «Se buscaba lo que pudiera ser útil». Entonces llegó un arsenal de medicamentos para tratar el VIH, la malaria, la artritis…. Se usaron muchos y de ellos han quedado unos pocos que son los que ahora mismo se están empleando con mayor seguridad, aunque no con certezas absolutas. Los corticoides, un antivírico y un fármaco biológico. Apenas tres tratamientos, junto con el soporte ventilatorio, «que evita intubaciones y traqueotomías» y los anticoagulantes, para prevenir los trombos, forman la base del tratamiento para los pacientes covid. Lo que se ha ido aprendiendo en este año de covid, añade Jover, «hace que ahora nos anticipemos al empeoramiento del paciente». Respecto al perfil del enfermo, se ha visto que la edad es claramente un factor pronóstico de sufrir un covid grave, así como padecer enfermedades previas como la obesidad o la hipertensión.

Pero el covid aún deja dudas que resolver un año después. «Sobre todo la transmisión a terceros por parte de las personas vacunadas», señala el epidemiólogo José María López Lozano. Este especialista sostiene que «aún no está demostrado que las personas vacunadas puedan transmitir el virus». Tampoco se sabe con certeza qué secuelas dejará el covid en los enfermos que han estado más graves, «porque aún no ha pasado el tiempo suficiente».

Respecto a la incertidumbre que están sembrando las nuevas variantes del covid, Sánchez Lozano llama a la tranquilidad. «En caso de que aparecieran mutaciones que afectan a la inmunidad, con las vacunas de ARN mensajero ya tenemos el 99,9% del camino hecho y sería sencillo adaptarlas».

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