Sin duda, la formación es una herramienta que debe de reunir una serie de requisitos que la hagan sólida, digna y sostenible en el tiempo. Y para ello, para que la formación sea realmente efectiva como herramienta, tal y como se precisa, hay que construirla como si de un edificio se tratara, desde abajo, desde los cimientos.

Es decir, desde su primera fase. Una buena y adecuada Formación Primaria y las normas que la configuren serán la base y el armazón que sostendrán el edificio intelectual y ético de las personas y, al mismo tiempo, será el apoyo preciso para que la Formación Secundaria sea el trampolín adecuado para Formación Superior o la Profesional.

Pero no hay que olvidar que no sólo es precisa la adquisición de conocimientos y el sedimento que de los mismos permanece sino que, además, es preciso que esos conocimientos intelectuales y académicos estén acompañados de valores éticos y morales. La simbiosis de ambos aspectos de la formación, la académica y la ética capacitarán al individuo para su integración profesional en las empresas y su adecuada integración social.

Ahora bien, la formación y los planes de estudio en los que se estructura, deben de tener un punto en común, un origen de coordenadas. Me atrevo a llamar a ese punto consenso político. Un consenso que vertebre las ideas y los pensamientos, a veces, políticamente, muy alejados; pero por encima de unas y de otros, debe prevalecer lo que es bueno para nuestra sociedad, lo que nos encamina hacia el futuro.

Así las cosas, resulta obvio que la formación se constituye en el preámbulo adecuado, diría más, es el requisito indispensable para la integración laboral y social de las personas. Corresponde, por tanto, a la clase política la búsqueda y exploración de caminos que conduzcan al consenso adecuado que permita, de una vez por todas, encontrar la solución para una formación de calidad y sostenible que sea aplicable en nuestra sociedad, y si resulta que ya se nos han adelantado en esa búsqueda y se ha encontrado el camino, que no importe copiar el modelo si es adaptable a nuestras necesidades.

Francisco Ortiz, abogado y Secretario General de Fetrama.

La formación, como cualquier proceso evolutivo, termina eclosionando y cristaliza en las personas convirtiéndolas en buenos profesionales provistos de principios éticos.

Pero es que, además, la formación tiene que convertirse en una necesidad más de nuestras vidas. las personas no pueden dejarse llevar por el paso del tiempo. Han de beber, de manera permanente, de las fuentes del conocimiento y la moral, avanzando en la adquisición del mismo, en su profesionalización y en sus valores éticos y morales. Solamente una sociedad cuyos miembros tengan una sólida formación, avanza con paso seguro en el tiempo.

Tenemos deberes que hacer. Todos tenemos trabajo. Nuestra clase política en la búsqueda del origen y el consenso del que partir para encontrar el método que adecúe la formación, en todo su contexto, a las demandas y necesidades de nuestra sociedad. Tienen una hoja en blanco. Una hoja en blanco en la que escribir sin colores ni tintes políticos. Pónganse de acuerdo y escríbanla bien, sin renglones torcidos.

Pero también las personas que formamos parte de esa sociedad, tenemos nuestro trabajo con la inquietud constante y con la perseverancia, para ser los auténticos protagonistas de la Formación situando a nuestro país en los niveles de ranking formativo en los que debe estar y no en los que, desgraciadamente, se encuentra en estos momentos.

Una sociedad con sus miembros formados, está preparada para afrontar los retos del futuro. La formación, hoy, como fortaleza va a permitir aprovechar las oportunidades del mañana.

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