Después de un ominoso y casi completo silencio de cuarenta años en que su nombre fue proscrito en la España franquista, la fe de la que habla en la cita preliminar Rafael Altamira, historiador y jurista, catedrático y juez, educador y americanista, patriota íntegro y, sin embargo, pacifista de convicción, se ha convertido ya en acto con creces. Desde aquel congreso en que un grupo de historiadores progresistas, encabezados por Josep Fontana, inició en 1987 la recuperación de su obra y su pensamiento los trabajos publicados sobre su figura son innumerables, y cuenta ya con una biografía notable, la de Rafael Asín Vergara. Y ahora, con este hermoso y emocionado libro, Diálogos con Rafael Altamira, editado por las universidades de Murcia y Oviedo, su nieta, Pilar Altamira, activista tenaz e incansable en la tarea de la difusión del pensamiento y la obra de su abuelo, completa aquella biografía trazando su retrato psicológico y moral.

Sin duda este libro es una excelente ofrenda para conmemorar el centenario de su triunfante viaje a América de 1909 representando a la Universidad de Oviedo, que fue el inicio simbólico de un constructivo y sincero intento de acercamiento a las repúblicas americanas surgidas del proceso de emancipación, viaje cuya conmemoración ha transcurrido en Asturias el pasado año sin pena ni gloria o, dicho con más exactitud, con más pena que gloria.

Concebido como un diálogo entre la nieta, que no le llegó a conocer, y el abuelo que vivió la última etapa de su vida inmerso en la dura experiencia de su exilio mexicano, negándose a la invitación del propio dictador a volver a la patria añorada, la mayor virtud de este libro es mostrarnos de manera emocionada pero en ningún momento sensiblera, además de la gran capacidad intelectual y la fuerza personal de Altamira, el poderoso atractivo moral y utópico de su ideario, que despliega en todas las direcciones el enorme potencial ético de la ideología krausista.

Pilar Altamira dialoga con su abuelo desde el presente, desde nuestro tiempo, sobre las cuestiones que toda persona debe hacerse ante la vida, y las respuestas de su abuelo la convencen, sus planteamientos siguen vigentes para ella en cuanto a su manera de entender la vida, respecto a la bondad y la maldad, la felicidad y la desgracia, el optimismo y el pesimismo. Y esas reflexiones de la autora muestran al lector la solidez moral del personaje y el profundo anclaje de su conducta en los valores de la Ilustración: libertad, igualdad, universalidad, tolerancia, verdad, progreso moralÉ, todos ellos, puestos hoy en solfa por la cultura posmoderna.

Valores que impregnan como una luz de fondo todo su pensamiento, cuyos aspectos más relevantes recorre su nieta destacando sus aspectos positivos: su liberalismo y nacionalismo democráticos, de los que nace un profundo y sano sentido del patriotismo; el americanismo entendido como relación cooperativa y de igualdad mutua con los países americanos, sin ninguna connotación recolonizadora e imbuido de una finalidad integradora y defensiva frente al avance anglosajón en América; su reformismo social y su pacifismo activo que sólo considera como única lucha legítima la que combate las causas de la guerra. Además de su profunda sensibilidad hacia la naturaleza y el paisaje, de clara inspiración krausista, y, cómo no, la educación, con especial hincapié en la educación histórica, como instrumento prioritario para tratar de hacer realidad todo ese ideario. Sin duda, como demuestra este libro, su optimista vaticinio se ha cumplido: su mejor discípulo ha sido su nieta.