COMO UNA SUCESIÓN de tesoros se ha organizado la exposición El enigma de la momia. El sarcófago exterior de Seramón, en la vitrina donde se expone. La momia de Seramón, envuelta con las vendas tal y como fue encontrada hace 150 años en Tebas. La comisaria de la muestra, Agathe Mathiaut-Legros; el presidente de la Diputación, José Joaquín Ripoll, y el gerente de la Fundación CajaMurcia, Pascual Martínez, observan algunas piezas.

Lejos de ser un final, para los egipcios la muerte no era más que el principio de un camino hacia el más allá, el trayecto hacia otro mundo que suponía el reflejo idealizado de su vida terrenal. Esta reflexión da una idea de por qué esta cultura daba tanta importancia a los enterramientos, por qué surgió en esa civilización la técnica de embalsamar los cuerpos y por qué el engalanamiento y el lujo en sus muertos era símbolo de poder.

Muchas respuestas a estas preguntas son las que ofrece la exposición El enigma de la momia, que se inauguró ayer en el Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) para abrir las puertas al mundo egipcio con una muestra única, que incluye 250 piezas, procedentes principalmente del Museo de Louvre y del de Beçanson.

Las momias de los sacerdotes Seramón y Ankhpakhered, que vivieron en torno al año 1.000 antes de Cristo, son las piezas principales de esta muestra y la valiosa excusa para dar a conocer las técnicas y procesos de embalsamamiento, a unos niveles desconocidos hasta ahora gracias a las avanzadas técnicas de escaneado aplicadas para su estudio en el año 2007.

La momificación, que se cree empezó a aplicarse a partir del cuarto milenio y solo para los reyes, fue perfeccionándose y ampliándose a toda la sociedad. La utilización de ungüentos, esencias, tratamientos y telas, además de los procedimientos para la extracción de vísceras, fue adquiriendo cada vez una mayor relevancia.

En la época de las dos momias que se pueden ver en el MARQ, se introducían bajo la piel rellenos, sobre todo en el rostro, para dar más sensación de vida. Además, se insertaban ojos artificiales, de piedra o pasta de vidrio. Los cuerpos se untaban de resina antes de ser envueltos en diversos sudarios y vendas, y después de la extracción de las vísceras. Mientras el cerebro no se considera un órgano noble y se sacaba en la mayoría de los casos, el corazón se deja ya que es considerado como portador de la razón.

Todo esto configuraba un ritual que se completaba con la inclusión en los sarcófagos, y también dentro del cuerpo, de objetos, amuletos y estatuillas que tenían la misión de acompañar al muerto en su viaje, y que ahora se han visto por primera vez gracias a la tecnología aplicada a las momias.

El proceso de momificación se prolongaba 70 días, que es el momento en que el cuerpo emprendía un viaje de dos etapas, coincidentes con el recorrido del sol. La primera es el ciclo subterráneo, en el que el alma se enfrenta a diferentes demonios, y la segunda la etapa celeste que da paso a un mundo idealizado.

En la exposición hasta se han reproducido algunos de los perfumes que se utilizaban en la momificación, de manera que se pueden oler en la sala las esencias, algunas de las cuales tenían un uso práctico en la momificación.