A las ocho de la mañana del 9 de julio de 1909, un grupo de rifeños de la cabila de Guelaya atacó a los obreros españoles que trabajaban en la construcción de las vías del ferrocarril que uniría Melilla con las minas situadas en Beni Bu Ifrur. Seis de ellos cayeron muertos y uno herido.

Como consecuencia de aquel trágico suceso se inició la primera campaña militar de España en el Rif del siglo XX. Una campaña que concatenaría con otras y que, con pequeños intervalos de meses pacíficos pero tensos, constituiría a la postre una guerra que duraría dieciocho años.

El general José Marina Vega, comandante militar de Melilla, una hora después del ataque salió de la plaza al frente de una buena parte de sus tropas. Sorprendidos ante la rápida reacción de los españoles, que no dudaron en hacer fuego con sus cañones, los cabileños rebeldes huyeron hasta la ladera del monte Gurugú. En dos horas y media las tropas españolas avanzaron diez kilómetros en terreno rifeño.

La guarnición de Melilla estaba compuesta mayoritariamente por soldados procedentes del arco mediterráneo, por lo que en aquel combate participaron muchos soldados alicantinos, como Antonio Corbí Abad, cabo del regimiento de Melilla n.º 59, nacido en Novelda el 20 de marzo de 1886.

La represalia

La reacción del ejército español fue rápida y contundente, con la penetración en terreno rifeño y ocupación de varias posiciones estratégicas. Según el Acta de Algeciras firmada en 1904 por varias potencias europeas y Marruecos, España tenía potestad para ejercer operaciones de policía en el Rif. Y a este derecho se acogió el gobierno español para justificar la incursión de su ejército en tierras rifeñas: castigar a los culpables del ataque y proteger sus intereses territoriales (Melilla y demás plazas menores en la costa rifeña) y económicos (minas). La carrera con Francia por abarcar una mayor influencia en Marruecos impulsaba además el interés político.

Reservistas y prófugos

Dos días después del inicio de las hostilidades, el general Marina solicitó refuerzos porque la harca de rifeños rebeldes crecía a diario con cabileños llegados de todos los puntos del Rif. Y el gobierno español respondió enviando tropas que, en su mayor parte, estaban formadas por reservistas. Muchos de estos reservistas procedían de la provincia alicantina. Eran jóvenes de clase humilde, puesto que los mozos que podían pagar una redención en metálico de dos mil pesetas quedaban exentos del servicio militar.

Con el estallido de la guerra se incrementó considerablemente el número de mozos que prefirieron huir, para evitar su ingreso en el Ejército. La Comisión Mixta de Reclutamiento de Alicante, en su sesión del 15 de julio -la primera desde que comenzó la guerra-, dictaminó el reemplazo de aquel año, "resultando que han sido sorteados en los distintos pueblos de la provincia 5.248 mozosÉ", entre los cuales había 71 prófugos, número que contrastaba con los habidos los años anteriores: dos.

Quince días después de aquella sesión de reclutamiento, el Heraldo de Alicante se hizo eco del "llamamiento á filas" que se hacía a varios soldados que no se habían presentado aún en sus cuarteles y cuyos domicilios se ignoraban. Y este mismo periódico, al día siguiente, bajo el título "La guerra y la emigración", informaba a sus lectores del real decreto hecho público en la Gaceta de Madrid, mediante el cual "queda en suspenso la facultad de emigrar de todos aquellos que se encuentren en situación de reserva activa y la de los mozos que en Marzo de este año hayan sido declarados soldados para el reemplazo próximo."

Pero, a pesar de este decreto, no pocos soldados y reclutas siguieron emigrando, aunque clandestinamente, al extranjero.

Las familias de los soldados destinados en África se desesperaban ante las noticias de muertos y heridos que empezaban a conocerse, mientras que los hijos de las familias más acomodadas seguían viviendo al margen de tales peligros. En un intento por aplacar los ánimos, la aristocracia española quiso dar ejemplo de patriotismo, anunciando la marcha a Melilla de numerosos marqueses, condes y duques. Entre ellos el marqués de Valero de Palma, ex diputado a Cortes por Dénia. Otro aristócrata voluntario fue el alicantino José de Rojas y Puig. A diferencia de lo que ocurrió con la mayor parte de los aristócratas que fueron a Melilla en aquellas fechas, hay constancia de que el joven Rojas sí que participó activamente en algún hecho de armas, como la defensa de un convoy, siendo propuesto su ascenso a cabo por "su admirable sangre fría y sus buenas condiciones de tirador."

Duros combates

Durante todo el mes de julio se sucedieron los combates en los alrededores de Melilla, a cual más duro. En el de los días 18 y 19 fueron heridos los alicantinos Francisco Pacheco Cuenca y Emilio López Orts. En el de los días 20 y 21 lo fueron José Asensio Bosch y Jaime Latur Dalmau.

En el combate del día 23, el más sangriento de los que se produjeron hasta entonces, perdieron la vida Ángel Benjamín Misi Cardona, Ángel Monet Cárdenas, José Pamies Sivila, Pedro Perelló Soliet y Manuel Vergara García; y cayó herido Antonio Doménech Sanz.

Un héroe ilicitano

También participó en el combate del 23 de julio Privato Maciá Galiano, un artillero ilicitano que formaba parte de la guarnición melillense y que se convirtió en héroe al abrazarse a su cañón cuando, durante la retirada de las fuerzas españolas, los rifeños estuvieron a punto de apoderarse de la pieza.

Dos días después, Privato escribió una carta a un amigo suyo contándole lo sucedido, que posteriormente fue publicada por numerosos periódicos de toda España, convirtiéndose rápidamente en un hombre famoso, en un héroe de la campaña de Melilla. En seguida le llovieron las felicitaciones oficiales y de particulares. El 8 de agosto, en presencia de sus jefes y compañeros, le fueron entregados 23 regalos que se habían recibido para él de diferentes lugares de España. El 11 del mismo mes el Ayuntamiento de Elche acordó concederle una gratificación de 250 pesetas y dos días después recibió un telegrama de felicitación y 50 pesetas de la Comunidad de Labradores de Elche.

Privato Maciá falleció en Elche el jueves 6 de febrero de 1969. Para entonces, su heroicidad había cobrado ya tintes legendarios.

Muerte en el Barranco del Lobo

Pero fue sin duda el combate del 27 de julio, históricamente conocido como del Barranco del Lobo, el más dramático y sangriento de la campaña militar de 1909. Su resultado produjo una gran conmoción en toda España.

Aquel día la brigada mixta del general Pintos cayó en una emboscada mientras se hallaba en lo más profundo del barranco del Lobo, uno de los que surcan las faldas del monte Gurugú. Al final del día, las bajas españolas superaban el millar.

La debacle del Barranco del Lobo, sin ser comparable al desastre que sufriría el ejército español en Anual, en julio de 1921, marcó durante mucho tiempo con un recuerdo trágico la guerra de 1909. Murieron aquel 27 de julio los alicantinos Alberto Lozano Gisbert y Antonio Alcaraz Aracil.

Traslados de heridos

Los hospitales de Melilla quedaron en seguida colapsados, por lo que muy pronto empezaron a ser trasladados los soldados menos graves a hospitales de la Península. Alicante se preparó para recoger algunos, habilitándose 100 camas en el hospital militar y 150 en el cuartel en construcción del barrio de Benalúa. El 27 de julio desembarcaron en el puerto alicantino noventa heridos procedentes de Melilla, y los ofrecimientos para acoger a estos y otros heridos que pudieran llegar se redoblaron en toda la provincia. El alcalde de Novelda, Tomás Abad, por ejemplo, remitió al gobernador civil Alfredo Paradela una carta en la que ofrecía acoger a heridos en "un edificio destinado á Asilo de ancianos y hospital, á cargo de Hermanas de la Caridad, con locales capaces y camas preparadas para cuarenta heridos enfermos" con la debida "asistencia y socorros necesarios que sufragaría esta corporación.". Pero no arribaron a Alicante todos los barcos con heridos que se esperaban, ya que algunos se quedaron en Cartagena.

Tregua y celebraciones

Aunque se produjeron varias escaramuzas, durante casi todo el mes de agosto reinó una tregua tácita que permitió a los soldados españoles relajarse relativamente y celebrar algunas reuniones nostálgicas.

Así ocurrió, por ejemplo, con los alcoyanos que formaban parte del batallón de Arapiles, quienes organizaron una fiesta de Moros y Cristianos con motivo del santo de su coronel.

Y en su primera página, con el título "Castalla y la guerra", Diario de Alicante informaba el 30 de agosto de que el Sindicato Agrícola de Castalla había enviado 100 pesetas "al jefe de las fuerzas que operan en Melilla, con destino á los soldados hijos de dicha ciudad para que conmemoren las fiestas que en honor á la virgen de la Soledad, su Patrona, se celebran en los primeros días de Septiembre."

La Semana Trágica en Alcoy

La movilización forzosa de reservistas, especialmente de los miembros de las familias pobres que no tenían acceso a la redención económica del servicio militar, provocó una tensión social y política importante, que fue creciendo conforme aumentaban y se extendían los movimientos de protesta.

La guerra se hizo muy impopular, sobre todo entre la gente humilde que veía marchar a sus jóvenes, casados y con hijos inclusive. También los socialistas y los anarquistas se opusieron a la movilización de los reservistas, poniéndose del lado de éstos y sus familiares.

En varias ciudades y pueblos de la provincia de Alicante se produjeron altercados, siendo no obstante en Alcoy donde ocurrieron los hechos más graves. Tanto fue así, que por un tiempo se la llamó la pequeña Barcelona.

Las noticias sobre las manifestaciones, protestas, huelgas y revueltas producidas en Alcoy compartieron páginas en los periódicos con las que llegaban de Cataluña. El resultado final fue la muerte de tres personas, varios heridos y más de medio centenar de detenidos, además del cierre de varios centros obreros.

El avance

El 20 de septiembre se inició el ansiado avance de las tropas españolas. Se trataba de un movimiento envolvente con el que el general Marina perseguía aislar el Gurugú, antes de conquistarlo.

En la mayoría de estas operaciones participó el noveldense Francisco Sala Abad, nacido el 26 de marzo de 1877 e hijo de Francisco Sala Seller y Manuela Abad Seller. Tenía, pues, 32 años de edad. Se hallaba casado y medía 1'710 metros.

El 27 de septiembre fue tomada Zeluán, y la noticia promovió todo tipo de celebraciones en la provincia alicantina. En Elda, por ejemplo, unas dos mil personas recorrieron las calles y terminaron concentrándose frente al ayuntamiento, donde "el alcalde desde el balcón dio vivas á España, al Ejército y al Rey, repetidas con entusiasmo por el pueblo". Y en Alicante se organizó otra tumultuosa manifestación que recorrió varias calles céntricas.

Breve conquista del Gurugú

De casi novecientos metros de altitud, el monte Gurugú domina Melilla y la mayoría de las poblaciones vecinas.

En la mañana del 29 de septiembre, sin que los rifeños opusieran resistencia, las tropas españolas ocuparon la cumbre y colocaron en ella la bandera española. El noveldense Antonio Corbí Abad, cabo del regimiento de infantería Melilla n.º 59, tomó parte en aquella operación.

La noticia de la toma del Gurugú se dio en grandes titulares por toda la prensa española el día 30, aunque los rotativos vespertinos ya la anunciaron el día anterior. Pero he aquí un caso curioso, insólito: el Diario de Alicante dio la noticia el día 28 con un titular que ocupaba toda la portada: "Nuestra gloriosa bandera ondea en las cumbres del Gurugú". ¿Cómo era posible? ¿Se trataba de una anticipación o de un error? Por cuestión de espacio no se puede analizar aquí debidamente las circunstancias que rodean este curioso caso, pero la conclusión más plausible es que se trató de una anticipación bien calculada (la ocupación del Gurugú fue sin duda alguna el día 29), en una maniobra arriesgada del director y la redacción del diario alicantino que salió bien.

Otro periódico, el Heraldo de Alicante, informó el día 30 de la concurrida verbena que se había celebrado la noche anterior en el alicantino paseo de los Mártires de la Libertad. Fiestas y manifestaciones parecidas se celebraron en otras ciudades alicantinas, como en Orihuela, donde, en la noche del 29, una manifestación patriótica recorrió las principales calles.

Pero la alegría duró muy poco, pues los soldados españoles se retiraron del Gurugú pocas horas después de ocuparlo, arriando la bandera. Tan sólo se conservó una posición fortificada en uno de los picos, conocido como El Gorro Frigio. Y lo peor fue que, durante la retirada, se registraron muchas bajas entre las filas españolas.

La noticia de la precipitada retirada del Gurugú sorprendió a los alicantinos cuando todavía estaban celebrando su conquista. La decepción que causó la noticia fue enorme.

Crisis de Gobierno

El anarquista Francisco Ferrer Guardia era uno de los detenidos en Barcelona durante la Semana Trágica. Fue acusado de ser uno de los principales instigadores de la rebelión y su proceso y posterior ejecución fue seguida con detenimiento por la prensa alicantina.

El mismo día de la ejecución de Ferrer se produjeron varias detenciones de anarquistas que pegaron carteles en algunas ciudades, como Alicante, pero fue sobre todo en el extranjero donde se llevaron a cabo las mayores expresiones de protesta. Las huelgas, manifestaciones, asaltos a consulados españoles, se sucedieron por toda Europa durante los días posteriores al fusilamiento de Ferrer.

Estas protestas en Europa y España terminaron por forzar la dimisión del gabinete presidido por el conservador Maura, que gobernaba desde el 25 de enero de 1907, siendo sustituido por un gobierno liberal presidido por Segismundo Moret y Prendergast.

Pero el cambio de gobierno no alteraría en lo esencial la política de España hacia Marruecos. Moret, al asumir el poder, se comprometió a terminar la campaña militar en el más breve plazo posible de tiempo.

Fin de campaña

El 25 de noviembre, instado por el nuevo gobierno liberal, que deseaba acabar la campaña cuanto antes, el general Marina ordenó una última operación combinada para la ocupación del collado de Atlaten, de valor estratégico por ser el vértice dominador de Beni Bu Ifrur -por tanto de las minas-, y la meseta de Taxuda, también importante por ser la verdadera llave del monte Gurugú. Estas acciones se desarrollaron con éxito y sin disparar ni un solo tiro.

Cierre en falso

El 26 de noviembre, una vez ocupada la meseta de Atlaten, el Gobierno español dio por terminada oficialmente la campaña militar en el Rif.

La harca rebelde se había disuelto y las cabilas de Guelaya y Quebdana, las provincias limítrofes con Melilla, prometieron sumisión a España. Pero al otro lado del río Kert, en el Rif occidental, se empezaba ya a gestar la siguiente rebelión.

Minas de hierro de La Alicantina

La actividad minera trazó un sólido cordón umbilical entre los yacimientos de Beni Bu Ifrur y Melilla, convirtiendo a ésta en nudo final del trazado ferroviario minero y punto de llegada y partida de las importaciones y exportaciones a través de sus instalaciones portuarias.

Una de las sociedades mineras que explotaron poco después estos yacimientos tenía su domicilio social en Alicante. La revista La Esfera, en su número del 9 de diciembre de 1916, dio a conocer a sus lectores las "Minas de hierro de "La Alicantina"", que tenía como Presidente y Director Gerente a D. Juan M. Meziat.