De igual modo que Gabriel Miró con la literatura, Enrique Lledó lo fue con la pintura.

El pintor alicantino Enrique Lledó (Mutxamel, 1915) falleció en la tarde de ayer por causas naturales, según informaron fuentes cercanas al artista.

Lledó, que en los últimos años estuvo alejado de la vida artística, debido en buena medida a su avanzada edad, que le impedía desarrollar con normalidad su labor pictórica, fue uno de los más fieles seguidores de la escuela de Emilio Varela. Y solo así se explica cómo Enrique Lledó llegó a plasmar en sus distintas obras el paisaje alicantino, convirtiéndose en un auténtico "cronista" de nuestros pueblos, de nuestras montañas y de nuestros colores. Su convicción fue tal en Emilio Varela que, según atestiguan quienes le conocieron, Lledó pintaba en los mismos lugares que el célebre pintor alicantino.

"Enrique Lledó se ha apoderado del paisaje en todas sus esquinas, desde todos los puntos de una posible observación. Se ha hecho con el juego y la esencia de las casas y de los lugares íntimos. Ha subrayado el valor y la trascendencia de la criatura humana a través del retrato, dibujando en silencio fructificador, germinador, unos ojos, la expresión de unos labios, la curvatura de unas líneas...", escribió el crítico y profesor de Arte Adrián Espí, y que está recogido en la página web del pintor alicantino.

El concejal de Cultura de Alicante, Miguel Valor, señaló a este medio que Enrique Lledó "era uno de los mejores artistas de la Comunidad, y era un enamorado de la pintura de su querida Alicante. Lledó ha sido, junto a Emilio Varela, uno de los artistas que mejor ha sabido plasmar los paisajes alicantinos, siempre entregado a la cultura", afirmó.

El cuerpo sin vida del pintor descansa en el tanatorio de la Siempreviva, y el entierro está previsto para mañana lunes, a las 11.15 horas.

Un pintor enamorado de la naturaleza

"Cuando, cargado de bártulos salgo a pintar al campo, por nuestras montañas, buscando lugares que ya he visto otras veces, muchas veces quizá, siempre, siempre, me sorprende su contemplación como un lugar nuevo, un lugar que descubro entonces, en ese mismo encuentro. Y es cuando, como pintor, ante el fluir de sensaciones, de emoción que el paisaje está transmitiéndome; al sentir la grandeza de su silencio, lo vibrante de su luz; oír el tintineo de la esquila de algunas cabras lejanas, (...) me siento lleno de dudas", afirmaba el pintor.