La Casa-Museo Modernista de Novelda (propiedad de la Obra Social Caja Mediterráneo) es una joya arquitectónica de difícil tasación económica. Construida en 1903, su impresionante fachada exterior ejerce el mismo p0der de atracción que sus interiores: suelos, paredes, muebles y tejados al servicio de la policromía, los minimalismos y la perfección estética.

Antonia Navarro, más conocida como la Pichocha, fue la constructora e impulsora de este precioso edificio tras adquirir varios inmuebles y derruirlos en el corazón del municipio. A Antonia, la Pichocha, se le recuerda como una madre y empresaria muy válida, capaz de gestionar brillantemente la fortuna heredada y los negocios tras la muerte de su hermano Luis. Una actitud, en definitiva, poco corriente en una época en el que el papel de la mujer quedaba relegado a otras tareas.

Con todo, aún hoy, sobrevuelan ciertas cuestiones sobre cómo esta familia logró atesorar tantas riquezas y propiedades cuando se dedicaban a los negocios comerciales y tradicionales de la zona, ya sea con la uva, el azafrán o el vino porque... ¿Qué ocurrió o qué negocio fructificó de forma tan espectacular para llenarse los bolsillos de dinero, sin que exista registro o mención alguna en los libros de Historia?

Lo cierto es que hay pequeños secretos que solo circulan de padres a hijos, de viva voz, como los que compartía el catalán Miguel González con los suyos hasta la reciente pérdida de su madre. Miguel González es descendiente de la saga familiar de la Pichocha, concretamente de la prima hermana de Antonia Navarro, y que por estos días disfruta de unos días de vacaciones en la que considera su segunda tierra, Novelda. González, en una entrevista con este medio, contó algunos de estos pequeños secretos que dan sentido a lo que nunca se supo con certeza antes:

«Luis y Francisco Navarro eran el padre y tío de la Pichocha, de Antonia Navarro. Ambos, antes de la construcción de la Casa Modernista, ya tenían dinero y cada uno vivía en su casa y demás con su familia, aunque en los asuntos de negocios eran como uña y carne. También a los dos les gustaba el juego, y mucho, y esto es algo que siempre me había contado mi madre, y así generación tras generación. El caso es que hubo un momento en que se organizó una "súper timba", en Crevillent, y hasta allí se desplazaron en una calesa muy majestuosa, desde Novelda viajando por la Garganta. Las timbas por entonces estaban prohibidas, pero aquélla debió ser increíble. Mi madre me contaba que la timba duró día y pico, y Luis y Francisco tuvieron que ir turnándose para jugarla y no desatender los negocios. El caso es que tuvieron mucha suerte, y ganaron. Las ganancias fueron enormes, por el dinero y las propiedades que se llevaron. Hay quien se dejó a su mujer y sus hijos en la timba, algo también común en la época, pero los hermanos Luis y Francisco renunciaron a esa parte de las ganancias. Fue una timba en la que se jugó al límite. Y fue tanto el dinero y propiedades que ganaron, que Luis y Francisco le pagaron 5.000 pesetas de la época a la Guardia Civil para que les custodiaran hasta su llegada a Novelda».

Según narra Miguel González, aquel golpe de suerte incrementó extraordinariamente el patrimonio de la familia. Pero aún se produjo un nuevo movimiento que dispararía definitivamente su riqueza. «Con las ganancias, Luis, el padre de la Pichocha, dijo de invertir en acciones en un banco, creo que en el Banco de España. Su hermano Francisco no estaba muy convencido, y aunque entró con algunas acciones, no fue tanto como lo hizo Luis, al que le advertían constantemente, porque lo podía perder todo. Sea como fuere, las acciones del banco se multiplicaron, en un baremo de 10 a 100, y ésta fue la fortuna que marcó a la familia. Se hicieron millonarios».

Pese al dinero y las propiedades obtenidas, Luis Navarro, el padre de la Pichocha, no fue en absoluto un hombre generoso. «Daba el dinero justo, habas contadas, que decimos. Eso es lo que a mí siempre me han contado, que con su hija, la Pichocha, nada de lujos, solo el dinero justo que necesitara, para zapatos, comida, sus hijos... De hecho hay fotos en las que aparece la Pichocha y da mucha pena, porque vestía muy mal... Fíjate como estaba de mal la cosa que, cuando su padre Luis no estaba en Novelda, su tío Francisco daba con ella y le decía donde estaba la caja de caudales para que pillara algo de dinero. Pero siempre a cambio de que no dijera nada, claro».

A partir de ahí, algunas leyendas (o no) sobre la Pichocha alimentan la historiografía local. De hecho, hay quien asegura que cuando el padre de Antonia Navarro falleció, en su mismo lecho de muerte, Antonia Navarro señaló en alto:«Ahora Novelda va a saber quién es la Pichocha», y poco después construyó la la Casa-Museo Modernista.

La Pichocha asumió toda la fortuna heredada, al mismo tiempo que viajaba siempre que el trabajo se lo permitía a Madrid, donde adquiría los últimos modelos y los vestidos más elegantes en las tiendas más exclusivas de la capital. Se casó con Luis Navarro Abad, y quedó viuda ocho años después. Tuvo tres hijos: Carmen, Antonio (murió de tuberculosis) y Luisa.

Antonia Navarro adquirió también un edificio próximo a la Casa Modernista, el Gómez-Tortosa, con similares rasgos artísticos y que donaría a sus hijas. «La Pichocha siempre quiso lo mejor para ellas, y que no sufrieran como le pasó a ella con su padre», cuenta Miguel.

Antonia Navarro daba limosnas, atendía las demandas laborales y gustaba de la vida tranquila, con largas estancias en sus propiedades de La Romana. Allí organizaba chocolatadas, en las que invitaba a amigos y familiares, para que sus tres nietas (las tres sufrían una deficiencia mental aguda) pudieran relacionarse con los demás.